Raúl Ochoa Cuenca
He venido insistiendo, al menos desde un par de años atrás, en el grave proceso de desintegración de la República de Venezuela. Los tres componentes que definen a una nación soberana son el territorial, el poblacional y el gobierno o grupo de personas que administran ese territorio, con una población de características similares. En los últimos 15 años podemos observar como cada uno de estos componentes presentan características progresivas no acordes con los criterios con los cuales el concierto de las naciones otorgaria el rango de nación soberana a la actual Venezuela.
Veamos, el componente territorial, como ya hemos afirmado en trabajos anteriores, las escuelas universitarias y de institutos superiores de pedagogía de Venezuela de geografía, consideran conservadoramente, por lo menos en 140.000 kilómetros cuadrados de territorio patrio donde el estado venezolano no ejerce su soberanía. Me refiero expresamente a espacios de las entidades federales situadas en la franja fronteriza con la República de Colombia mayoritariamente y en menor cuantía, con la República Federativa de Brasil.
Este proceso de desintegración territorial de Venezuela, cuya superficie fue estable y reconocidas sus fronteras por los países vecinos (sin olvidar nuestra justa reclamación del territorio Esequibo) no puede ser aceptada por el concierto de las naciones como un hecho aislado y sin ninguna repercusión en las diversas instancias de la Organización de las Naciones Unidas. Entendemos que la pérdida de territorio, inicialmente fue consecuencia de confrontaciones armadas entre el ejército colombiano y fuerzas armadas irregulares colombianas hacia los inicios de los años 70 del siglo pasado y que esos ejércitos irregulares vienen utilizando estos territorios fronterizos como zonas de aliviadero desde entonces.
Coincidencialmente, esos territorios son también aptos para la siembra de plantas generadoras de sustancias psicotrópicas como la hoja de coca y el cannabis o que ante el desguarnecimiento de nuestras fronteras, en forma por demás dramática, desde que Hugo Chavez se adueñó del poder en Venezuela, la guerrilla colombiana, en combinación con militares venezolanos de alto rango, aprovechan la velada ausencia de las fuerzas armadas en la franja fronteriza, con el fin de ejecutar criminales objetivos.
Ante el manifiesto abandono de grandes extensiones territoriales en las zonas fronterizas por parte de las fuerzas armadas nacionales y demás funcionarios dependientes del gobierno nacional, se ha generado una inédita realidad, como es la del ELN, Ejército de Liberación Nacional colombiano, ejerce la soberanía nacional a través del desempeño de funciones administrativas, todas inherentes a obligaciones del gobierno central de la República Bolivariana de Venezuela.
Son estas dos, la primera al dejar inmensos territorios fronterizos sin la debida protección (territorios fronterizos en manos de fuerzas armadas irregulares extranjeras), y la segunda posibilidad sería la decisión de entregar en arriendo territorio patrio a potencias foráneas, hecho expresamente prohibido en el artículo 13 de la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Esta anormalidad nos conduce a entender como un proceso de segmentación del territorio nacional (de la República como ente), lo cual entre otras anormalidades contrasta violentamente con el sano y necesario criterio de la observancia del mandato constitucional, como es la conservación y mantenimiento del territorio, lo cual es sinónimo de estabilidad, tanto individual como colectivamente para sus ciudadanos.
Por otra parte, pero ampliamente dependientes entre ellas, la pérdida de territorio y el proceso violento de emigración, la nación venezolana camina a grandes pasos hacia una situación prácticamente desconocida en el marco de la historia contemporánea de las naciones. Con esta emigración se va el ser humano pero también sus cerebros y se van su joven savia y sus curtidas manos artesanales, en fin, se van los instrumentos humanos y técnicos que pacientemente esa misma sociedad había tejido para el futuro de esa nación llamada Venezuela. La pérdida de su población según los organismos especializados de la ONU, asciende en términos absolutos a 8 millones del primer componente de una nación: sus hijos, en el marco de los últimos 12 años.
Concluyo este breve trabajo sin poder apartar mi mente de la situación que vive en estos días mi amada patria, confesando mi temor, cual de no encontrarse soluciones civiles a la situación de quiebre sociopolítico de la sociedad venezolana y que hoy vemos en su nivel más álgido, su futuro, el del pueblo, aquel pueblo que los adecos llamaron Juan Bimba pudiera ser protagonista de tiempos signados por la violencia, violencia está quizá nunca vista en nuestra siempre presente Venezuela. Los más pesimistas temen el estallido de un proceso que algunos lo llamarían guerra civil. ¿ Y el protagonista ?, ah sí, Juan Bimba, quien ha demostrado hasta el cansancio que la violencia no es lo suyo, por que ese pueblo también sabe que será él, pobre bravo pueblo, quien siempre termina pagando los errores de otros venezolanos. Definitivamente es un pueblo paciente, extremadamente paciente.
Raúl Ochoa Cuenca, en Anfi del Mar el 28 de enero del año 2024
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