P. José Andrés Bravo H.

Estoy leyendo algo que me puede enseñar sobre el libro del Génesis, el primer libro que encontrarmos en la Biblia. No solo nos presenta el origen del mundo y de la humanidad, sino también los principios de nuestro misterio y de nuestra historia. Está claro que no es un libro científico ni histórico. Sus enseñanzas son revelación divina. Lo que busco son luces para explicar la Doctrina Social de la Iglesia centrada en la dignidad de la persona humana. Me doy cuenta de algo realmente maravilloso: somos personas que surgen de la fuente amorosa de Dios.

El Génesis quiere revelarnos las fuerzas que mueven la historia: el Amor de un Dios cercano porque es nuestro Padre, como nos lo va a revelar plenamente Cristo, el Hijo encarnado. La otra fuerza que mueve la historia es la que se funda en este Dios-Padre que nos creó para ser libres y vivir en fraternidad. Por tanto este libro bíblico no es sólo una lección del pasado, más bien es una orientación para el presente y una vocación para construir el futuro.

Así lo enseña el primer capítulo del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (Compendio DSI), «El Designio de Amor de Dios para la Humanidad». Comienza presentando la cercanía gratuita del Padre: «Dios aparece, por una parte, como origen de lo que es, como presencia que garantiza a los hombres, socialmente organizados, las condiciones fundamentales de vida, poniendo a su disposición los bienes necesarios; por otra parte aparece también como medida de lo que debe ser, como presencia que interpela la acción humana – tanto en el plano personal como en el plano social-, acerca del uso de esos mismos bienes en la relación con los demás hombres» (Compendio DSI 20).

También nos enseña el principio de la creación y la acción gratuita de Dios: «Él, en efecto, libremente da el ser y la vida a todo lo que existe. El hombre y la mujer, creados a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26-27), están por eso mismo llamados a ser el signo visible y el instrumento eficaz de la gratuidad divina en el jardín en que Dios los ha puesto como cultivadores y guardianes de los bienes de la creación» (Compendio DSI 26).

Este designio de Amor del Padre es roto por el pecado. Es Jesucristo quien nos libera para dar cumplimiento al proyecto divino que se vive en la libertad y la fraternidad.

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