P. José Andrés Bravo H.

La misión evangelizadora está integrada en la naturaleza de la doctrina social que tiene una dimensión histórica porque, con ella, la Iglesia acompaña al peregrino por todo el desarrollo de su existencia para iluminar sus caminos y dar respuestas a las cuestiones sociales. Pues, la Iglesia está en el mundo no aislada, elevada sobre todas las naciones, sino encarnada. En ella Dios habita entre nosotros. La Iglesia no está para ser admirada, ni para dominar, sino para servir y dar la vida como lo hace Jesús.

El discurso de culminación del Vaticano II pronunciado por el Papa Pablo VI el 7 de diciembre de 1965, día que coincide con la promulgación de la Constitución Gaudium et spes, es iluminador para aquellos que optamos, como lo hace la doctrina social, por un humanismo integral y solidario (cf. CDSI 7). El Papa Pablo VI comienza afirmando lo que se propuso desde el principio, el acontecimiento eclesial más importante del Siglo XX, el Vaticano II: «Este Concilio entregará a la posteridad una imagen de la Iglesia». Dice el Papa citado que el Concilio se ha «preocupado muchísimo de analizar el mundo actual, ha sentido la necesidad de conocer la sociedad que la rodea, de acercarse a ella, de comprenderla, de penetrar en ella, servirla y transmitirle el mensaje del Evangelio y de aproximarse en su rápido y continuo cambio». Sigue el Papa humanista: «La Iglesia, reunida en Concilio, ha dirigido realmente su atención (…) hacia el hombre, el hombre tal como se presenta actualmente: el hombre que vive; el hombre que no sólo se considera el único centro de todo su interés, sino que se atreve a afirmar que él es el principio y razón de todas las cosas».

Ciertamente, como lo sigue afirmando el Papa Pablo VI, que las necesidades humanas han absorbido la atención de la Iglesia en Concilio. Y le grita a los humanistas: *»Ustedes,  humanistas modernos que niegan las verdades que trascienden la naturaleza de las cosas, consideren al menos este mérito al Concilio y reconozcan nuestro nuevo humanismo, pues también nosotros, nosotros más que nadie, somos cultivadores del hombre».* Concluye el Gran Papa del Concilio: «Aún hay otra cosa que juzgamos digna de consideración: toda esta riqueza doctrinal tiene una única finalidad: servir al hombre en todas las circunstancias de su vida, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades. *La Iglesia se ha declarado en cierto modo la sirvienta de la humanidad».* En definitiva, para humanizar con el Evangelio de Jesús al ser humano, debemos amarlo hasta el sacrificio de la Cruz. Todas estas enseñanzas del Papa Pablo VI las va a ampliar en la Exhortación Evangelii nuntiandi. Sin dudas, el Papa Francisco lo ha asumido como tarea de su fecundo pontificado.

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