Golfredo Dávila

La arbitrariedad y los actos crueles e inhumanos forman parte de la larga lista de injusticias por las cuales urge el cambio político. Hace algunas semanas por las redes reenviaron una entrevista realizada a Tarek William Saab en la que Vladimir Villegas preguntaba ¿hay tortura en Venezuela? con descaro dijo que el régimen al cual representa tenía entre sus normas oponerse a la tortura. Ningún vocero de la dictadura lo admitirá, pues la mentira, la corrupción y el terror son ejes centrales de su política.

Pudiera decirse que en presencia de un Estado forajido es inoficioso denunciar la represión, el terror y la tortura, porque son atrocidades normales en dictadura, o que este tema no es relevante en tiempos de campaña electoral presidencial. Sabemos que el rechazo del 85% de la población a la dictadura obedece principalmente al grado tan alto de destrucción y saqueo, pero también es cierto que la denuncia, la protesta social, millares de escritos como este y la investigación que lleva la CPI al Estado venezolano por crímenes de lesa humanidad, han jugado un notable papel en el despertar de la gente; además, se requiere visibilizar las arbitrariedades y los actos violatorios de los Derechos Humanos, no sólo por formar parte de la tragedia, sino porque todavía hay ilusos en diversas latitudes que consideran progresista a este régimen.

En varias legislaciones internacionales la tortura está tipificada como un crimen de lesa humanidad, porque destruye lo más preciado de la persona humana. La Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, aprobado por la ONU el 10 de diciembre de 1984 en su artículo 1 dice “…se entenderá por tortura todo acto por el cual un funcionario público, u otra persona a instigación suya, inflija intencionalmente a una persona penas o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar a esa persona o a otras. No se considerarán tortura las penas o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de la privación legítima de la libertad (…) en la medida en que estén en consonancia con las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos.”

La tortura que ha sufrido un grueso número de prisioneros políticos, el saqueo y un sinfín de actos de abuso de poder, caracterizan al Estado venezolano como terrorista y mafioso. Represión y persecución política; el hambre inducida y la muerte a causa del deplorable servicio de salud; la destrucción de la economía; la migración forzada de más de 8 millones de venezolanos, no sólo es que han fracturado a la familia, sino que ocasiona dolor, soledad y sufrimiento en los adultos mayores; las sanciones del SENIAT a cualquier negocio que sea visitado por MCM; la amenaza de prisión por traición a la Patria a militares y policías que se nieguen al voto asistido; el Fiscal, es cómplice y ejecutor de delitos graves, al acusar a centenares de personas sin pruebas o causas justificadas, para quienes aplica la receta: instigación al odio, magnicidio y terrorismo para justificar su secuestro y luego usarlos para el canje en alguna negociación, o bien para acallar a la población.

Por estas y muchas otras razones hay que votar. Para construir un Gobierno de Unidad Nacional inclusivo, transparente y orientado por la ética. El voto es hoy el principal instrumento para salir de la emergencia, recomponer la democracia, reinstitucionalizar el país y reconstruir la economía. Todos a votar este 28 de julio para acabar con la tortura, el abuso de poder y las mafias. El voto faculta al próximo Presidente de Venezuela, Edmundo González Urrutia a decretar en forma inmediata la liberación de todos los presos políticos y el retorno de los exiliados. Nadie será reprimido ni mucho menos torturado por pensar distinto a quien ejerza el poder.

Vocero de Vanguardia Popular

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