Ing. Golfredo Dávila, de Vanguardia Popular

En psicología, el mecanismo de transferir al otro sus propios defectos se llama proyección. Esa persona cree defenderse atribuyéndole los pensamientos, sentimientos o comportamientos inaceptables o no deseados a otro. Maduro se mira al espejo y exclama, fascista, decrépito, pelele, basura, criminal de guerra, entre otros descalificativos que se ajustan a su persona.

Meses antes de las elecciones ya se notaba a Maduro desesperado, pues todo indicaba que perdería por paliza, por ello su campaña giró en torno al insulto y el chantaje. Al quedar perplejo por los resultados del 28J, se confabuló con todos los poderes para asaltar la soberanía popular (crimen de lesa patria). Al ver al pueblo indignado en las calles, vuelca su desquiciada instigación al odio contra los venezolanos, a través de las agresiones verbales hacia Edmundo González y MCM, además, de recrudecer la violación de los DDHH (represión, psicoterror, persecuciones, detenciones arbitrarias y asesinatos).

Cuando insulta, veja, usa la violencia verbal y grita fascista, escupe para arriba. Eso lo hace sólo alguien en su condición de fascista. Término, cuyas características tocaremos acá, pero por su semejanza con el nazismo, preferimos juntarlo y denominarlo nazi-fascismo. Doctrina que se inscribe dentro del irracionalismo, rechaza la razón y exalta los sentimientos intensos y el fanatismo; sólo se puede instrumentar desde el poder y se sostiene por el mundo militar, aunque es más cruel, despiadado y peligroso que las clásicas dictaduras militares.

Es un proyecto personalista que utiliza el mito, los símbolos y el culto a la personalidad; aniquila la autonomía de las organizaciones de la sociedad al ejercer a la fuerza la unidad monolítica a través del corporativismo; se inscribe en el totalitarismo por intervenir en la totalidad de los aspectos de la vida del individuo y por exaltar la idea de nación frente al individuo o clase; suprime la libertad a la fuerza y niega la discrepancia política a favor del partido único y/o partido milicia; aparte de ningunear y desconocer al otro, lo desprecia por no pensar del mismo modo; es un modelo centralista que privilegia al capitalismo de Estado, es decir un Estado que explota a los trabajadores e impone un control absoluto de la sociedad, a la que somete inculcándole obediencia, con ofrecimientos de redención y vendiéndole la idea de que es la protagonista del poder y, así configurar solo órgano socio-espiritual indivisible.

Les dan un uso hábil del efectismo mediático y propagandístico, así como el carisma del “líder” o dictador en el que se concentra todo el poder para conducir a lo que denominan sociedad perfecta o cuerpo social de la nación. En la doctrina fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo» Según Benito Mussolini, «El pueblo es el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo”, «Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.” Mientras que el nazismo alemán está centrado en la raza identificada con el pueblo, ¡Ein Volk, ein Reich, ein Führer! «Un Pueblo, un Imperio, un Guía».

Para actuar a sus anchas, coloca a su servicio el sistema educativo, leyes y un gran número de mecanismos de encuadramiento social; usa la mentira, la manipulación y los manejos discursivos de medias verdades; aplica los 11 principios de Joseph Goebbels ministro de la publicidad nazi; se aprovecha del miedo y la frustración colectiva, para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), constituye grupos civiles de choque para enfrentar la disidencia; fusiona varias ideas políticas, proyectos y discursos, lo que lo hace incoherente; no es de derecha, ni de izquierda; es confuso y engañoso por lo que es difícil identificarlo.

Los originarios del nazi-fascismo fueron Benito Mussolini, Adolf Hitler y Francisco Franco, pero otros regímenes dictatoriales han tenido prácticas similares, de hecho es confundido con la ideología comunista, dado que países como China y la ex URSS y sus satélites, lejos de actuar por los senderos del comunismo, desarrollaron prácticas fascistas. Entre otros representantes, tenemos: Idi Amin en Uganda, Somoza en Nicaragua, Perón en Argentina, Pinochet en Chile, Rafael Leónidas (Chapita) Trujillo en República Dominicana. Conductas reeditadas hoy por Putin, Canel, Ortega y Maduro. Acá, Joseph Goebbels es Jorge Rodríguez y el campo de concentración es Tocorón.

Desde luego, las realidades no se repiten tal cual, aquel Estado que controlaba los capitales, se ha entreverado con un capitalismo de mafias con redes internas e internacionales; no existe el culto, la idolatría y el fanatismo respecto del dictador. Maduro se ganó el repudio de todo un país que no soporta más abusos; se quedó sin legitimidad, ya no es reconocido por el concierto de naciones; el crimen perpetrado el 28J y la sucesiva violación de los DDHH, abultan su expediente negro ante la CPI. Si sumamos esto a la imposibilidad de gobernanza, más temprano que tarde, el pueblo cobrara su victoria.

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