Por Douglas Zabala
Hoy estuve en San Juan Dios, que era como le decían allá en los Biombos a la Basílica de la Chinita, antes de que se aparecieran aquellas máquinas que no dejaron ni puertas ni ventanas de mi Barrio Saladillo.
Le están haciendo un cariñito a sus Aposento y bien merecido que se lo tiene, ella y todos los Santos que la acompañan día y noche.
Aproveché y me degusté un cepillaito de Menta, igualito a los mismo que de muchacho solía comérmelo sentaito en las bases de su columna que como brazos abiertos te reciben antes de entrar al Templo.
Miré pal frente y por supuesto ya no están ni Puerto Arturo ni Las Quinces Letras y mucho menos La Placita de San Juan Dios, donde en diciembre nos raspabamos las rodillas y las canillas patinando.
Eché una miraita pa la derecha y menos conseguí la Prefectura del Saladillo, la Casa de Los Potros y la Barbería de Joselo ni el Alto Enlosao de la calle el Tránsito que te llevaba al Cine Principal y a la Placita de que Cambuleto.
Tampoco estaba la callecita entre la Basílica y el Hospitalito y que daba justo a la VOC, el Cerro de la Gaveta y la súbiiiita hacia los Biombos, mi Calle, donde te esperaban con las puertas abiertas la Flor del Zulia y el Abasto Saladillo.
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