P. José Andrés Bravo H.
El teólogo latinoamericano, Padre Gustavo Gutiérrez (1928-2024) ya tenía que viajar para gozar de la Patria de la Trinidad. Se fue con el corazón repleto de grandeza humana. Formado en una sólida doctrina cristiana escolástica, pero abierto a las nuevas corrientes del método histórico salvífico estudiado en la Europa de su época. Ya contaba con una experiencia apostólica de joven activo en la Acción Católica; de una alta formación humana por sus estudios de psicología, medicina; y una profunda conciencia social, como estudiante de sociología. Así pues, según explican algunos, Gutiérrez va profundizando en la teología pasando de un estudio racional hasta experimentar un modo de hacer teología de contemplación mística desde la realidad concreta de América Latina. Se convenció de que el pensar teólogo no es primero, lo primero es la vivencia de la fe. La fe cristiana se reflexiona desde esta vivencia. Vivir, después nos corresponde reflexionar teológicamente.
Como un sencillo homenaje a quien dio vida a la teología de la liberación, un pensar teológico encarnado en la realidad de pobreza y opresión que viven los pueblos latinoamericanos. Pueblos que, a pesar de una situación de opresión, viven una fe cristiana desde la sencillez popular. Cito algunas afirmaciones de su libro: «La Densidad del Presente» (Salamanca 2003). Más específicamente, el primer artículo ahí publicado: «Quehacer Teológico y Experiencia Eclesial».
Para nuestro teólogo, el sujeto de la teología es el pobre, «que es al mismo tiempo profundamente creyente». Lo primero es escuchar: «Escuchar interminablemente las vivencias humanas y religiosas de quienes han hecho suyos los sufrimientos, esperanzas y luchas de un pueblo. Oír no como inclinación condescendiente, sino para aprender sobre el pobre y sobre Dios. La lección que se recibe es simple: no hay, en el diálogo de una comunidad cristiana, relato de lo vivido sin que un elemento de reflexión, de modo de ver la vida y la fe no esté ya incluido». Más adelante dice: «La tarea del teólogo consiste entonces en aportar a la comunidad lo que un entrenamiento académico le haya podido dar, como un mejor conocimiento y familiaridad con la Sagrada Escritura, la Tradición y enseñanza eclesial, la teología contemporánea. La teología no es una tarea individual, sino una función eclesial. Ella se hace desde la Palabra de Dios recibida y vivida en la Iglesia, en orden a su anuncio a toda persona humana y en especial a los desheredados de este mundo». Su conclusión es: «Una teología que intenta constituirse por eso en una hermenéutica de la esperanza del pobre en el Dios de la vida… Sólo desde el seguimiento de Jesús, desde una espiritualidad, es posible hacer un fecundo discurso sobre la fe».
Ciertamente, algunos teólogos de la liberación asumieron el método marxista. Gustavo Gutiérrez no, él fue siempre un Teólogo Eclesial. Cuando yo estudiaba en Roma tuve la gracia de conocerlo en un conversatorio donde nos contó que, para seguir con su producción teológica sin tener problemas con su Arzobispo de Lima, se hizo dominico en el año 2001, respetando siempre a sus superiores pues, «la teología es un quehacer eclesial».
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