Por Douglas Zabala
La historia de Venezuela está marcada por luchas y revoluciones que han buscado la libertad y la justicia. Una de ellas se originó aquel jueves 19 de diciembre de 1901. Como “La Revolución Libertadora” será conocida aquella Insurrección armada contra el gobierno de Cipriano Castro. Liderada por el Banquero Manuel Antonio Matos y el Mocho Hernández. Esta insurgencia civil y armada fue un claro ejemplo de la resistencia del pueblo frente a un gobierno autoritario.
El contexto de la Revolución Libertadora nos enseña sobre las consecuencias que puede tener un liderazgo que ignora las necesidades y decisiones soberanas de un pueblo. La caída en los precios del café y del cacao, y la negativa de auxilios financieros a los banqueros, desencadenaron una ira colectiva que culminó en un conflicto armado.
A pesar de la valentía y el sacrificio de más de 40,000 hombres, la contienda terminó con la derrota del movimiento revolucionario en 1903, dejando un saldo trágico de aproximadamente 12.000 vidas perdidas.
Hoy, en medio de una crisis política y social, Venezuela enfrenta nuevamente el desafío de luchar por su democracia. Sin embargo, esta vez debemos aprender de nuestra historia. La lucha por la libertad no debe costar más vidas ni sumergir al país en un ciclo interminable de violencia. Es imperativo que nuestra lucha hoy se desarrolle dentro del marco de la puja y negociaciones pacíficas y democráticas.
Debemos exigir el respeto a los resultados electorales del 28 de julio donde Edmundo González resultó triunfador. Nuestra Constitución debe ser nuestra arma fundamental para fortalecer nuestras instituciones democráticas y promover un diálogo inclusivo que permita la participación activa de todos los sectores sociales.
Nuestra lucha hoy, si habría que emular la revolución libertadora, ha de ser democrática. La historia nos ha enseñado que el camino hacia la libertad es arduo, pero también nos ha mostrado que el poder reside en el pueblo. Es hora de levantarnos nuevamente, esta vez con la fuerza del diálogo y la paz como nuestras mejores armas.
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