Claves ComPol Parte XXVII
Por: Orlando Goncalves

La comunicación política contemporánea, inmersa en un ecosistema digital fragmentado y saturado, lidia con los desafíos ya descritos en el artículo anterior: la superficialidad en redes, la falta de autenticidad, la priorización del espectáculo y la polarización.
Sin embargo, el laberinto de la modernidad es profundo, y existen otros errores críticos que socavan la eficacia de las campañas y, de forma más directa, la salud democrática. Ignorar estas fallas es un camino directo a la irrelevancia y a la profundización de la desconfianza ciudadana.
En esta ocasión, veremos tres errores adicionales, de los múltiples que se pueden llegar a presentar en una campaña electoral. En siguientes entregas, adentrándonos en más errores y sus consecuencias. Veamos:
La dependencia del big data, o la tiranía del algoritmo, nos está llevando a confiar ciegamente en el análisis de datos masivos y la microsegmentación algorítmica para definir el mensaje y la estrategia en campañas, la experiencia viene evidenciando que su uso nos lleva a una comunicación hiperpersonalizada que, si bien puede ser muy eficiente para llegar a nichos o sectores requeridos, también lo es que, a menudo, sacrifica la visión macro y transversal del país o la sociedad intervenida.
Así como, cuando el equipo de campaña se obsesiona con las métricas de “engagement” de los grupos pequeños, pudiera estar olvidando que una campaña exitosa requiere una narrativa unificadora que trascienda las burbujas ideológicas y demográficas.
Esto trae como consecuencia la pérdida de un mensaje coherente e integracionista a nivel nacional. Los candidatos terminan teniendo tantas “versiones» de sí mismos como segmentaciones realizadas, generando con ello una percepción de inconsistencia o doble discurso cuando las diferentes audiencias interactúan y comparan notas y contenidos. Además, fomenta el efecto de “la cámara de eco” al solo decir a los votantes lo que el algoritmo ya sabe que quieren oír, estancando el debate público y la persuasión.
Otro error frecuente es la falta de adaptación al formato, o el mensaje equivocado en el lugar incorrecto; es la incapacidad de adaptar el formato y el tono al medio específico; en este sentido, muchas campañas siguen utilizando textos largos, jerga técnica o videos de baja calidad en plataformas que exigen brevedad, dinamismo y una estética visual pulcra y rápida, como TikTok o Instagram Reels.
De igual forma, invaden espacios serios con contenido frívolo. El mensaje puede ser brillante, pero si se presenta en un formato que el medio o la audiencia rechaza instintivamente, no será consumido; generando una desconexión inmediata y pérdida de credibilidad en segmentos de votantes clave (especialmente los jóvenes), quienes asocian el mal uso de la tecnología con la falta de modernidad o de entendimiento de su realidad. El mensaje pudiera llegar a ser percibido como un spam o como algo fuera de lugar, lo que anula su impacto.
Otro error es lo que algunos especialistas llaman el síndrome de la sobrerreacción, o dicho más claramente, la trampa de la inmediatez.
La política digital se ha convertido en una carrera para reaccionar al instante ante cualquier evento, noticia o ataque del oponente, obligando a los equipos a tomar decisiones comunicativas bajo presión extrema, a menudo sin la debida verificación de datos o análisis estratégico.
Una de las consecuencias del síndrome de la sobrerreacción es caer en la agenda del adversario o en la de la crisis mediática pasajera, permitiendo que la inmediatez de la red social dicte la pauta y el enfoque de la campaña.
Lo anterior trae como consecuencia que las campañas pierda la iniciativa estratégica y se vuelvan reactivas y erráticas; no solo desgastando energías y recursos, sino proyectando una imagen de nerviosismo e improvisación.
El candidato (a) se percibe constantemente a la defensiva, desviándose del mensaje central y de su hoja de ruta programática para apagar fuegos irrelevantes.
Los tres errores anteriores son una muestra de cómo, el no estar debidamente preparado, no tener un equipo y recursos necesarios y, la vorágine del día a día de una campaña electoral puede inducirla a cometer errores que tendrán como consecuencia el fracaso electoral.
Como en otras oportunidades lo hemos mencionado, los proyectos que buscan acceder al poder no admiten improvisaciones. Intentarlo sin la preparación, experiencia y asesoría adecuada tiene una alta probabilidad de fracasar, pero, si por designios del universo, a pesar de lo anterior, logra llegar a conseguir el poder, su actuación en el ejercicio del mismo, con seguridad, será un fracaso, y eso tendrá consecuencias en la salud democrática.
Invertir en prepararse, en rodearse de profesionales, es quizás la mejor inversión de un candidato (a), puesto que, no solo le evitará cometer errores, sino que hará que su posterior gestión sea exitosa.
@OrlandoGoncal
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