Raúl Ochoa Cuenca
El llamado que más de 1000 personalidades entre académicos, empresarios y políticos hacen a los promotores del desarrollo de la Inteligencia Artificial, debido fundamentalmente a la velocidad que le están imprimiendo a su desarrollo, el cual para muchos no asemeja que las metas sean claras y bien definidas, por lo que temen que este adelanto científico-tecnológico al dia de hoy, no pareciera tener un punto de llegada aun medianamente aceptable y comprensible. Situación está que al no tener claro un punto u objetivo de centrar, con el pasar de los días y su natural avance en la consecución de objetivos, estos se transformarán en otros y otros, lo cual como reacción humana el límite necesario de esta búsqueda se alejaría, al pretender avanzar progresivamente hacia lo que también podríamos catalogar una dimensión desconocida.
Este llamado lo entiendo como un grito de alerta, no solo de los de la carta de los hasta ayer 1800 firmatarios ligados a esta disciplina, sino de muchas otras personas que dentro de sus limitaciones del conocimiento científico, pero solo con raciocinio observan esta carrera con razonable temor. Las manifestaciones de advertencia o llamados de alerta, no son más que una invitación a aquellos vanguardistas de este innegable avance científico, a la aplicación del concepto restrictivo de la norma pro hominis, cuando y en el caso que hoy nos ocupa, se busque de establecer límites al ejercicio del sagrado derecho de investigar y de ir adelante con sus descubrimientos y avances.
En la carta ya antes mencionada, el propietario de Twitter, el sud africano-americano Elon Musk y los co firmantes de ella, invitan a desacelerar el desarrollo de los programas de inteligencias artificiales avanzadas al menos por los próximos seis meses, con el fin de frenar lo que han denominado “una peligrosa carrera que está llevando al desarrollo de modelos más impredecibles y con capacidades cada vez mayores”. Así y en concreto, los firmantes de la carta, insisten en el ralentizar el desarrollo de los sistemas “más potentes” como el nuevo GPT-4 de OpenAI, respaldado por Microsoft, el cual puede mantener conversaciones similares a las humanas, componer canciones y resumir documentos extensos en muy poco tiempo. La preocupación, no solo para las personas con manifiesta sabiduría sobre este tema, sino también para el vulgo del mundo, el cual para muchos, y donde me incluyo, podría considerarse como un nuevo break point, el antes y el después.
Por la velocidad que le están imprimiendo a su desarrollo, y que además muchos demandan con fuerza, que los objetivos sean claros y bien definidos, al considerar este adelanto científico tecnológico que hoy no transmite tener claramente un punto de llegada medianamente aceptable y comprensible. Situación esta que con el pasar de los días y su consecuente avance en la consecución de objetivos, estos se transformaran en otros y aun así, sin proponérselo como objetivo, pero que como reacción humana, el límite de esta búsqueda se alejaría al pretender avanzar más y más hacia lo que podríamos considerar un camino hacia una dimensión desconocida.
La carta a la cual me he referido fue hecha pública bajo el membrete de Future of Life Institute, en la cual además de Musk, aparecen nombres como el del cofundador de Apple, Steve Wozniak, Jaan Tallin, cofundador de Skype y el de ingenieros de Meta o Microsoft, entre otras grandes empresas del sector “Los sistemas de inteligencia artificial pueden suponer un profundo riesgo para la sociedad y la humanidad. Por desgracia, no se está desarrollando con el nivel de planificación y cuidado adecuado”, inicia en su exposición el documento.
Según Future of Life, se ha producido una competición para alcanzar la supremacía en este campo, rematando los autores de la carta con una afirmación que no tiene otro efecto, al menos en tanta gente como quien esto escribe y siendo no otra mi aspiración de ver y vivir en una sociedad donde el desarrollo humano sea equo, y que el avance de la ciencia sea un factor que ayude en la generación de felicidad, evitando que se institucionalice un desarrollo plus por unos pocos. Los sistemas de inteligencia artificial extremos pueden suponer un inmenso riesgo para la actual sociedad, no obstante caracterizada por una gran desigualdad y que hasta ahora nadie ha dicho si este salto de calidad del desarrollo tecnológico contribuirá a un mejor desempeño de los factores que deciden el presente y el futuro de la sociedad mundial.
Entre las empresas que han entrado en esta competencia puedo mencionar gigantes tecnológicos cada uno de ellos dotado de grandes recursos financieros, como Meta Platforms, Google, Amazon, Blablacar, Apple, Nvidia o Microsoft, buscando y sin evaluar las consecuencias, al no informar de sus evaluaciones de probables resultados de esta carrera por la supremacía en este campo.
Ya varios años atrás, científicos sociales como el Dr Henry Kissinger habían advertido de los riesgos que conlleva esta desenfrenada carrera sin parámetros ni límites. Y ésta no era la primera vez que Kissinger expresaba sus temores sobre el acercamiento de los peligros potenciales de la inteligencia artificial. Fue en una conferencia a la que asistió en el año 2018 de la cual quedó muy impresionado cuando los organizadores del evento le mostraron, muy orgullosamente la existencia de un programa de computación capaz de vencer a campeones mundiales de Go, un juego más complejo que el ajedrez, en el que cada contendiente tiene que desplegar 180 (blanco) o 181 (negro) piezas en un tablero, y su misión es inmovilizar al oponente a través de estrategias para controlar el territorio.
Lo notable de ese software es que tiene algoritmos que le permiten autoprogramarse. El programa aprendía a jugar cada vez mejor entrenándose a sí mismo, a partir de la sucesión de ensayos y errores. Así logró superar ampliamente la capacidad de los jugadores más avezados. ¿Cuál será el impacto en la historia de estas máquinas que aprenden por sí mismas, que adquieren conocimiento a través de procesos particulares a ellas mismas? ¿Podrán estas máquinas aprender a comunicarse entre ellas?“, se pregunta Kissinger en un artículo publicado en la revista The Atlantic en abril del año 2018, donde afirmaba que “esta tecnología podría alterar la naturaleza del conocimiento humano, al perder su carácter personal de tal manera que en última instancia, termine repercutiendo negativamente sobre la humanidad: “Al dominar ciertas competencias de forma más rápida y eficiente que los humanos, la inteligencia artificial podría, con el tiempo, disminuir la propia habilidad humana al reducirla a información. Filosófica e intelectualmente la sociedad humana no está preparada para el surgimiento de la inteligencia artificial”. Les recuerdo estimados lectores, que esto lo refería Kissinger en el año 2018.
En el mismo trabajo, el premio Nobel de la Paz 1973 hizo pública su petición para que la administración americana creara “una comisión presidencial de pensadores eminentes que ayudasen a desarrollar una visión de país sobre la AI”, una propuesta que encontró, relativamente, eco a finales de enero del 2019, con la creación de una Comisión Nacional de Seguridad en Inteligencia Artificial, si bien no estariá integrada por pensadores, sino por militares y representantes de las compañías tecnológicas, lo que según muchos, solo con estos miembros esta comisión no tendrá un panorama tan amplio como necesario.
Pero Kissinger, quien el 27 de mayo próximo cumplirá 100 años de edad, no se limitó a escribir ese artículo para The Atlantic y a alertar al mundo sobre sus fundados temores, un par de años atrás, en el 2021 se unió a Eric Schimdt, ex CEO de Google y a Daniel Huttenlocher, decano del Schwarzman College of Computing del MIT en el libro, La era de la IA: y nuestro futuro humano, en el cual estos tres destacados intelectuales nos transmiten una gran preocupación: ¿ la IA pondrá en duda la primacía de la razón humana ?
Después de haber visto algunos de los argumentos por los cuales muchos científicos y hombres componentes importantes de esta actividad tienen reservas, no por el avance de la ciencia, sino por la rapidez del desarrollo de estas técnicas, sin medir adecuadamente los necesarios límites, corriendo el riesgo de encontrarnos en un futuro próximo sin las adecuadas respuestas ante hipotéticos errores, siempre factibles ante cualquier acción humana. Esta inusual carrera para algunos tiene su fuente en aquel adjetivo, tan antiguo como la misma humanidad: la codicia, cupiditas, un vocablo latino que lo define como un afán excesivo de poder, de triunfo, como un deseo voraz y vehemente de la obtención principalmente de riqueza.
Según un informe del Banco Goldman Sachs (29 de marzo) uno de los grupos financieros de inversión y de valores más grande del mundo, afirma en una investigación que la inteligencia artificial podría ocasionar una disrupción en el mercado laboral que afectaría a 300 millones de empleos en todo el mundo. Según este documento, el avance irrefrenable de la inteligencia artificial podría conducir a la automatización de una cuarta parte del trabajo realizado en Estados Unidos y Europa, mientras que alrededor de las dos terceras partes de los trabajos actuales están expuestos a un grado de automatización.
¿O será que la motivación de esta brutal competencia, es pensada para un futuro, aparentemente próximo, como el de un pastel tan rico, que a ninguno de los protagonistas le importe unas negativas consecuencias para la sociedad donde viven?
Todos deseamos el progreso de la ciencia, pero no a cualquier precio.
Jurista, Universidad de París I Panthéon-Sorbonne – En Anfi del Mar, el 1 de abril del año 2023.
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