Germán Novelli-Angrisano

Hace casi cuatro décadas, en Santa Bárbara de Zulia, Venezuela, asistí a un simposio que, sobre literatura, tuvo como exponente al profesor y poeta Enrique Arenas, quien en una frase describió la importancia de escribir las memorias. Arenas dijo “Hay que escribir, porque cada vez que muere un viejo, se va con él, la biblioteca de sus recuerdos, y los recuerdos son vitales en las memorias del colectivo”.

Más adelante, Juan Carlos Silva Araque, me hizo llegar una nota de la profesora Ana Teresa Torres, quien durante una conferencia en la Universidad Central de Venezuela expuso: “Creo que todo el mundo debería escribir su propia memoria”.

Por ello, al llegar a mi edad madura, en el marco del 27 de junio, fecha en la que nuestro gremio, el Colegio Nacional de Periodistas, marcó para conmemorar el Día del Periodista venezolano, comparto, con propósito docente y para la memoria de mi pueblo, mi crónica personal como periodista.

Para hacerlo, tuve que volver al pasado, y beber de mis inicios en este oficio que, como lo definió mi maestro Manolo Silva Machado, “es un vicio que se mezcla con tu sangre y hace imposible abandonarlo”.

Así es, mi querido e inolvidable Manolo, te confieso que hoy soy un adicto, convicto y confeso, del periodismo. La Venezuela del pasado que quiere ser presente En el país que conocí, cuya historia ha sido profanada por quienes intentan borrarnos nuestra memoria, en la blasfemada IV República, hubo una tradición de vivencia, casi automática, en la que todos los venezolanos tenían el derecho a la educación superior. Gracias a la masificación de la educación pública y privada, podemos afirmar que en la mayoría de los hogares, por lo menos hubo un egresado universitario.

Eso me hace entender la razón por la que mi amado padre, el viejo Julio Ernesto Novelli Lucero, siempre deseó que yo fuera a la universidad, es más aspiraba que me graduara de abogado. Pero ese énfasis paterno comenzó por crearme y mantener en mí el hábito por la lectura, lo que abrió en mi alma el deseo, no solo de leer, sino de escribir, y años más tarde, me llevó por las sendas del periodismo que puedo definir, con la mayoría de mis colegas, como el contador de la historia de todos los días.

Hoy también le doy la razón a Manolo, quien en una de sus clases magistrales, sostenía a este su aprendiz: “tienes que leer, leer y mucho, para poder escribir”.

Y comenzamos a andar con la artillería de las letras Mi historia profesional comienza en la década de los 70, en la Villa del Yocoima, estado Bolívar, espacio rural, donde di mis primeros pasos al escribir, diseñar y poner en circulación, un boletín informativo, de dos páginas, con el propósito de divulgar las noticias, cuya fuente única era la iglesia de la cual fui miembro en Upata, “Dios con nosotros”.

Sentía un orgullo inusitado, al repartir aquella hoja, elaborada con esténcil e impresa en el multígrafo de la oficina del supervisor escolar, cuyo acceso me fue permitido, y así comencé a escribir, escribir sin parar.

Más adelante, Luis Magín Álvarez, otro responsable de avivar en mí el oficio que, como lo definiera Gabo, “es el más divertido del mundo”. Magín me invitó a escribir en Luminar Bautista, medio que él dirigía, y ya pueden imaginar mi cara al tener en mis manos cada ejemplar del mensuario religioso, con mi nombre escrito como autor de una pieza informativa.

Con estas primerizas experiencias en el arte hermoso de comunicar fui marcado, abrazado, por el periodismo hasta el día de hoy.

También, hoy, revivo aquellos tiempos en el que, como estudiante del Seminario en Venezuela, cometí “el pecado” de escribir una columna, “Ecos desde el Púlpito”, con el seudónimo de Ernesto Lucero, en el periódico del MAS en Los Teques, Miranda.

Allí, el jovencito calificado por muchos como el rebelde de la iglesia, intentaba plasmar mi convicción temprana de que la Iglesia debía ser mucho más que una expresión religiosa y, en nombre del amor de Dios en Cristo, mostrarse solidaria con los derechos de la gente más vulnerable.

Recuerdo haber escrito, para escándalo de algunos, que “la iglesia, además de orar por los pobres, debía salir a conocerlos, caminar con ellos y servir de soporte en sus demandas de justicia y libertad”.

Desde esos comienzos no me he detenido, no he parado de escribir, y seguiré escribiendo, lo haré con la misma intensidad con la que hilo mis recuerdos, mis memorias imborrables, las cuales, por estar escritas, grabadas en cintas muchas de ellas, son el mejor legado a mis hijos y a los hijos de mis hijos.

Desde la zona sur de la tierra amada por el sol El punto de lanzamiento formal al periodismo como profesión fue en mi amado pueblo Santa Bárbara de Zulia, donde por un gesto maravilloso de mi hermano de vida Hernán Alvarado Socorro, comencé al lado de Luis Alvarado Socorro, a moderar un espacio informativo,

“Opinión, el programa impacto de la zona sur del lago”, trasmitido por Ondas del Escalante. El primer programa fue emitido el 2 de Octubre de 1985, por lo que cada miércoles, a las 8 en punto de la noche, junto con Humberto Borrego, “El Conde”, como operador y Sergio Chico Villasmil como editor encontrabamos a cohabitar con la radioaudiencia colonesa.

Esa experiencia fue maravillosa. Todavía conservo una colección de viejos casetes con las grabaciones de las principales entrevistas realizadas, con la voz y pensamiento, de personajes del pueblo, además de connotados líderes políticos y sociales del Zulia y de Venezuela.

Y entonces me le presenté a Manolo Silva Machado Algunos podrán preguntarse, cómo llegó a convertirme en alumno de Manolo Silva, una suerte de mi Gamaliel profesional. Puedes bien, el viejo Novelli fue dirigente del partido Fuerza Democrática Popular, él y Manolo fueron cercanos, de hechos coincidieron en su militancia en el MIR, así que vi en el periodista número 2832, como una herencia de papá.

Manolo, el hijo de Sinamaica, me permitió escribir en El Arrendajo, artículos sobre Martín Lutero y la reforma del siglo XVI, hablando sobre la iglesia de la que soy parte por más de 40 años. Manolo, así me expresó, cuando recreamos juntos esta historia, que él vio en mi algo más que un columnista religioso, sino un periodista nato.

Así que una noche, mientras comíamos ovejo, se acercó con su faz de maestro y consejero, para sentenciar que era la hora de que comenzara a escribir notas informativas, trabajos periodísticos, a la par que me confió las que han sido las armas reglamentarias: un diccionario, una vetusta máquina de escribir y una cámara fotográfica. No recuerdo con precisión cuántas cuartillas me rompió por no seguir las reglas y, aunque confieso que en cada regaño me hizo sentir devastado, con ganas de tirar la toalla, el viejo Antonio Oliveros, me aconsejó que en vez de incomodarme, entendiera que Manolo me estaba formando. Sus palabras fueron ciertísimas, la vida me hizo comprobarlo muchas veces.

Manolo, en sus viajes, me dejaba encargado de la corresponsalías de El Nacional, La Columna y Frontera, y me dio permiso de firmar las notas con su nombre y número del CNP, ¡Tremendo voto de confianza Pronto Manolo fue más allá. Germán llegó el momento de escribir con tu nombre, al asignarme mi primera pauta. “Escribirás un reportaje sobre la comunidad nativa Bari, asentada en Rosario de Catatumbo”.

Un reportaje, palabra grandísima para un novato, fue publicado por el Diario La Columna. Recuerdo la cara de felicidad del maestro, quien me buscó en el pueblo para mostrarme, en página completa, el trabajo escrito. “Esto sí estuvo muy bueno”, mientras me abrazó con orgullo paterno.

Con el maestro Manolo compartí con varios grandes del periodista, mi hermano Henry Fuentes, el gran cámara; José Rafael Ramírez, y Jairo Villasmil. De ese cuarteto aprendí que el periodismo es combativo, auténtico, audaz y franco.

Con una maleta, el pasaporte y el carnet de Ondas del Escalante Ondas del Escalante fue, sin duda alguna, la escuela del desafío para pensar más allá de las noticias locales o el periodismo de opinión, me brindó el espacio para incursionar en los hechos informativos más allá de las fronteras patrias y redactar y dirigir el noticiero diario, con dos emisiones, “Noti-Ondas”.

Aunque resulte increíble, Ondas del Escalante me envió a cubrir eventos de trascendencia internacional, a lo que fui motivado por el reto que tuvo como protagonistas a dos hombres de gran talla moral y cultural, a quienes honraré siempre: Eusebio Callejas y Eulalio Narváez, quienes coincidieron en decirme que pensara en hacer programas radiales especiales, con hechos de transcendencia global.

Esa idea de los amigos, se hizo realidad cuando asistí, como enviado especial, de la única emisora del pueblo, con un kilovatio de potencia, a cubrir la histórica elección y toma de posesión, tras diez años de sandinismo, de doña Violeta Barrios de Chamorro, y no una sino dos veces viajé a la tierra de lagos, mares y volcanes.

En a1990, el mismo año del cambio de gobierno de Nicaragua, tuve otra pauta de cobertura internacional, esta vez en gira periodística por la república de Colombia, especiales radiales que Sergio Villasmil denominó, “Germán Novelli, Por los caminos de Colombia”. Para recabar información a lo que se llamó la guerra de los carteles que, en tiempos de Pablo Escobar Gaviria, se enfrentaron los grupos de bandidos de Cali y Medellín, y a ambos perseguía las fuerzas del orden con el presidente Virgilio Barco a la cabeza.

La guerra de Escobar Gaviria, Rodríguez Gacha, y sus aliados el paramilitarismo y la narcoguerrilla colombiana, entre otros bandidos, causó la muerte de un ministro, varios candidatos presidenciales, lideres sociales, periodistas, jueces, policías, soldados y cientos de víctimas inocentes. Esas historias, contada en detalles, por muchos de sus protagonistas, fueron escuchadas a través de Ondas del Escalante, la emisorita más grande del mundo.

En ese periplo también estuve presente en la toma de posesión del presidente César Gaviria y, por intermedio de mi amigo, el doctor Fabio Contreras Forero, fui invitado a la primera rueda de prensa del presidente colombiano. Conservo la cinta grabada de ese trabajo, y me vuelvo a escuchar, en el Palacio de Nariño, Bogotá: “Soy Germán Novelli, enviado especial de Ondas del Escalante, Venezuela.

También entrevisté a los mandos policiales de Medellín y Cali, cuando “El patrón del mal” pagaba dos millones de pesos por cada policía asesinado por los niños sicarios que él había creado en Medellín.

Fue también el momento histórico en la que el M 19 había renunciado a la lucha armada y terrorista, para incorporarse a la vida democrática y, en entrevista a Everth Bustamente, alias “Canciller”, del movimiento guerrillero, éste narró los detalles del robo de la espada de Bolívar, con los nombres de algunos de los que fueron sus custodios del sable del Libertador hasta la fecha de devolución de la reliquia.

Algunos se preguntarán, cómo una emisora tan pequeña, rural en esencia, tenía la capacidad de enviar a un reportero a eventos internacionales. La respuesta es el soporte del comercio e instituciones locales del municipio mantenían abierta la estación, entre esos recuerdo a Almacén La Garantía, Almacenes La Chinita, Almacenes Colón, Restaurante San Carlos, Alcaldía del municipio Colón, Universidad Sur del Lago y Apaslago.

Ambas coberturas también fueron reseñadas en el Diario La Columna de Maracaibo, medio en el que escribía una columna semanal.

La verdad que al salir de Santa Bárbara nunca dejé de hacer radio. Comentaba frecuentemente en Radio Caracas Radio, en el CNB, en el programa que conducía mi amigo Leopoldo Castillo, Aló ciudadano; y en Maracaibo, inolvidable mi paso por Metrópolis 103, bajo las direcciones de Alfonso Carlos Alonso y Alejandro Fuenmayor, ambos referencia obligada si en la historia de la radio zuliana.

Y entonces a la Unisur, periodismo institucional Santa Bárbara, el pueblo que tanto quiero, me brindó, bajo la administración del rector Iván Urdaneta y el vicerrector Onelio Ruz Arrieta, ambos fallecidos, la oportunidad de ser el director de información y relaciones públicas de la Universidad Sur del Lago, que me ayudó a incursionar en el periodismo institucional, área en la que tuve buenos maestros como Carlos Alarico Gómez, Oswaldo Visla, Iván Sierra y Levy Benshimol, a quienes recuerdo con gratitud.

En la universidad, con una nueva autoridad rectoral, el Dr. Rafael Acosta Martínez, fui invitado por él para una reunión en su oficina. Asití preparado para tomar notas de sus instrucciones, pero su razón no fue conocer sobre mi trabajo, los planes, las políticas comunicacionales y protocolares de la universidad, sino fue un encuentro personal.

El rector fue al grano. “Germán he sido profesor, decano y rector por varios años. Tienes un talento increíble. Me gusta tu trabajo, pero… necesitas ir a la universidad, estudiar periodismo. Esa es la ley y es la manera que puedas cultivar tu pasión y formarte como profesional”.

Con este introito, pensé que me estaba despidiendo, pero siguió. “Tengo un plan para ti. Vete a Maracaibo, inscríbete en la universidad, busca un empleo como periodista, sé que con tu talento se abrirán oportunidades. Cuando ya estés estudiando, trabajando, me envías la carta de renuncia, mientras tanto te concederé una licencia especial remunerada”.

El consejo rectoral, me hizo recordar las contundentes palabras de mi padre Humberto Angrisano Núñez, quien en un tono no exactamente conciliatorio, pero reconozco que me habló con suma franqueza y gravedad: “Germán no hay nada de malo en profesar una fe, en ser pastor, pero quiero que estudies, que vayas a la universidad, hazte de un oficio que te permita ganarte la vida. Estudiar no solo te hará útil en la iglesia sino en la sociedad”.

Sus palabras estaban en sintonía con las de mi primer papá, Julio Ernesto Novelli Lucero, quien insistía siempre en lo importante de estudiar para crecer y quizás “seas presidente de Venezuela”. Así que sin pensarlo mucho me fui a Maracaibo, aunque me dolía dejar el pueblo, la emisorita amada y al maestro Manolo Silva Machado, Villapol Morales; ¡Germán venite aquí tenéis casa y comida! Moverme a Maracaibo, tenía muchos retos, una de ellas, dónde me alojaría mientras conseguía trabajo. Hablé con el profesor Villapól Morales, presidente del Sindicato Unitario del Magisterio Zuliano, quien me escuchó con atención, y me dijo: “Vos sabéis como es la … te veis para la casa, ya voy a hablar con Graciela, vos sois mi hermano”, así que en Maracaibo me instalé en el hogar de los Morales Polanco, una familia a la que me mantengo unido, más allá de los tiempos y las distancias.

Al siguiente día de mi llegada me inscribí en la Universidad Católica Cecilio Acosta, para estudiar comunicación social. Y así llegamos a La Columna de Maracaibo Jamás he creído en el destino, eso me convertiría en fatalista.

Confieso mi fe en Dios que pone las cosas en su lugar, para nuestro bien, conforme a su voluntad, y este principio ha signado mi vida siempre.

A los tres días de mi arribo a la capital zuliana, fui al Diario La Columna. Había un cheque pendiente a mi nombre, por los trabajos de Nicaragua, pensé que podría explorar en la posibilidad de conseguir una oportunidad en el diario para mí.

Solicité conversar con el coordinador editorial del diario, Jesús Sánchez Melean. Y aquí comienza el mover de Dios. Sánchez es “casualmente” hermano de mi amigo Jorge Sánchez Melean y cuñado de Nerva de Sánchez Melean. Hablando de sus parientes, hizo un alto para decirme que el director del periódico, Héctor García Arcaya, deseaba conocerme.Cuando Hector llegó, él se encargó de presentarnos. “Él es Germán Novelli, el periodista de Santa Bárbara”.

Héctor me invitó a pasar a su despacho y, sin preámbulos, me comunicó que el periódico estaba interesado en mis servicios como reportero. La invitación me tomó por sorpresa. Allí mismo le comuniqué que no estaba graduado, pero que era estudiante universitario. Me interrumpió . “Germán mientras estés estudiando te brindaré la oportunidad. Eso sí, jamás dejes de estudiar, porque te despido”.

Acepté el reto de García Arcaya, mi segunda “casualidad”, lo digo porque, ni Héctor ni yo lo sabíamos había una conexión entre nosotros a través de la familia de Carolina Alcalá Rhode, vinculados a la doctora Nelly Silva González, madre de cuatro de mis hermanos, y fue puntal en diversos momentos de mi vida profesional.

Mi paso por La Columna fue una experiencia formidable. Pude codearme de la pléyade más importante del periodismo zuliano.

Hombres y mujeres de gran fibra profesional. “El curita”, como me llamaban los colegas reporteros, tal como lo recordó en una de sus impecables crónicas, la colega y amiga, princesa wayuu, Anaida Larreal, salió a curtirse con el periodismo policial, judicial y militar, tres fuentes en las que ascendí de novato a reportero reconocido, disfrutando de algunos “tubazos”, dados y recibidos, en la fuente de sucesos.

Imagínense ustedes, un provinciano de la provincia, como afirmaba Manolo Silva, ahora trabajando con veteranos como Camacho, Carrillo, López, Morán, Bravo, Reyes Oberto, Muñoz, Valera, Dámaso, Vera, Sol María, Claudia Cedeño, Nila Gonzalez, Aranguibel, Nava, Díaz, Párraga, Viloria, Mávarez, Zavala, Lara, Villalobos, Jorge y Orlando; León Arévalo, Esposito, Romero Montiel, Fernández, Aular, Francis Blackman, Ibis Ariza, Dubraska Vento, Paco Zuleta, Gustavo Fernández, entre otros buenos comunicadores. Más de una vez llegué a sentirme desafiado, pero también como “cucaracha en baile de gallinas”.

En esa labor, los logros jamás hubiesen sido posibles sin Humberto Matheus, Gustavo Bauer, Madelein Diaz, Anderson Quiroz, Cheo Nava, Mónica Guevara, Humberto Chacín, Ferpín, Tarquino Díaz y hasta Feyo, quienes graficaban cada una de mis notas policiales. ¡Gracias!

En esa facultad completa de La Columna, por decisión de Héctor García Arcaya, con el aval de los monseñores Domingo Roa Pérez y Antonio López Castillo, fui ascendido al cargo de Coordinador Editorial con responsabilidades como subdirector del periódico, mientras seguía avanzando en mis estudios universitarios, con el soporte de todos mis profesores, y el apoyo solidario, consecuente y formativo de la maestra, me gusta llamarla así, Carol Camacho Medina, amiga y tutora de mi tesis de grado.

Rindo mi gratitud al colega Pepe Atilio Leal, secretario general del CNP-Zulia, que me entregó la carta de autorización como estudiante para laborar como periodista. Él junto a Manolo Silva Machado y mi hijo, estuvo presente en la defensa de mi tesis de grado.Con Pepe, también reconozco el soporte de los colegas Margarita Sánchez, mi gran amiga Reina Ávila, Neville, Ochoa, Isis Bracho, Magaly Ramos, Adile Villalobos, entre otros, gente que me enseñó a respetar al gremio.

Pa´Caracas que no vienen carros Caracas es Caracas, dice el verso, así que el colonés también transitó por “esas calles”. Viajé a la capital en busca de empleo. Ya no estaba en La Columna, y necesitaba trabajar. Mi primera parada fue en la corresponsalía de Panorama, en la que Orlando Galofre Amador, me recomendó para ser reportero policial de El Nuevo País.

En este medio, en el aprendí muchísimo, tuve la guía de grandes veteranos del periodismo, “los mejores” en palabras de mi jefe y maestro Jorge Cahue. Allí conocí a los Poleo, Rafael y Patricia; Teófilo, Wilson, Leyla. Era de nuevo el reportero de sucesos, una fuente que me permitió rencontrarme con mi amigo Darwin Romero Montiel. A Darwin, mientras comíamos pollo asado en las cercanías de la Petejota de Parque Carabobo, se le metió en la cabeza que yo debía incursionar en televisión. Más que una sugerencia, me pareció un mal chiste, pero es que Darwin, aunque le gusta bromear, hablaban en serio y dio y dio hasta que lo logró.

Una noche me dijo que le habían autorizado en Venevisión a

hacerme un casting. Paro no defraudarlo, acepté, hice la prueba, que la

llevó a las dos personas que podían decidir mi ingreso en el canal de La

Colina, Belkis Aguirre y Mariela Dávila y qué creen. Ambas dijeron que

sí. Fui enviado de regreso a Maracaibo con Noticiero Venevisión, a

cubrir las vacaciones de Giovanni Espósito y trabajar al lado de Angélica Taborda.

Luego de ese periodo vacacional, me contrataron como

corresponsal para los estados andinos, con sede en San Cristóbal,

Táchira, haciendo equipo con el reportero gráfico y compadre Salvador

Nastasi y el “Gocho” Chacón de asistente.

Mi paso por los andes venezolanos fue espectacular. Pude

compartir con una leyenda viva del periodismo militar, Sebastiana

Barraez Pérez, una mujer profesional, honesta y vertical, heredera de sus

combatientes y nobles padres, y con mi referente de competencia, Rena

Camacho.

A Maracaibo volvimos

De nuevo en Maracaibo, llamado por el clarín de Héctor Gracia

Arcaya, a quien no podía decirle no. El Flaco me dijo que regresara al

Zulia para hacer periodismo político en Proyecto Zulia, trabajando al

lado del ilustre general Julio Corredor Ruiz, en la campaña para la

gobernación del estado de mi primo Omar Barboza, y así lo hicimos.

Terminada la jornada electoral, sin el éxito de nuestro abanderado, nos

quedamos de nuevo sin empleo.

En esta crónica larguísima, hubo otra que insistía en regresarme a

las cámaras de televisión, mi amiga, hermana y comadre de sacramento,

Carlha León Arévalo, corresponsal de El Observador de RCTV en el

Zulia, que había quedado sin compañera, porque Adriana Rincón había

salido para un proyecto en Niños Cantores Televisión.

Carlha sugirió mi nombre a Jorge Kossowski, responsable de las

corresponsalías de RCTV, quien de entrada le negó la petición por haber

estado en Venevisión.

Pero “La Leona” no se dio por vencida, así que escaló con su

petición hasta el presidente del canal Eladio Lares, quien aprobó la

solicitud de Carlha, y así fue como en enero de 1995, estaba trabajando

como reportero de El Observador.

Radio Caracas Televisión es y será mi casa, porque un amigo es

para siempre. Allí tuve, además de la guía de la “guara”, la posibilidad

de hacer carrera en la mejor escuela de periodismo televisivo del país,

junto a leyendas como jefazos de Eduardo Sapene, Belkis Aguirre,

María Isabel Arriaga y Leslie Piña. Éramos parte de un staff de lujo, en

una época estelar del periodismo audiovisual.

Mejoré en la redacción para notas de televisión, gracias a la ayuda

encomiable de verdaderos maestros de la redacción Federico Nedwetzky

y Pedro Beumon.

Con RCTV no solo estuve en Zulia y Falcón, también a Aragua y

Carabobo, guardando además de algunos premios como profesional,

sino el poder ser parte de un equipo de profesionales que hasta hoy

sirven al país y fuera de él, en el periodismo de altísima calidad.

Mi gratitud eterna para ellos, quienes juntos mantenemos el duelo

por la clausura del canal, y esperando que regrese con los aires de

libertad plena para la nación.

El inolvidable Chicho Bustos

RCTV, el canal me dio la oportunidad de trabajar al lado de mi

compadre Jorge Chicho Bustos, licenciado en comunicación social,

quien trabajaba como camarógrafo de la corresponsalía.

La historia es que Chicho y yo estamos vivos de milagro. La

explico la odisea. Los dos fuimos apresados por un grupo paramilitar en

Tibú, norte de Santander, Colombia, poblado a la que viajamos, con la

misión de entrevistar al obispo secuestrado por el ELN y, al terminar la

entrevista, las puertas de la diócesis se cerraron tras nosotros, como

avisándonos lo malo que nos vendría, por esa descabellada idea de viajar

a una zona que, hasta hoy, es muy peligrosa, sobre todo para los

periodistas.

Al culminar el cierre en cámara, un compañero de este viaje, nos

advirtió que afuera nos esperaban para asesinarnos. Literalmente,

Chicho y yo nos despedimos de la vida, caminamos con pasos de

gigante, llenos de miedo, tratando de escapar, cuando uno de los sicarios

enviados a liquidarnos, me llamó por mi apodo de niño, y créame

cuando escuché Pelón, sabía que el hombre me conocía muy bien, y

resultó cierto, él de niño vivía, junto a su madre, en la finca de mi papá

en Socuavó.

Le di un abrazo al sicario, sin todavía no reconocerlo, cómo

agarrándome a lo poco que nos quedaba de vida, prácticamente oliendo

a formol. Nuestro verdugo nos explicó , “si no te reconozco Pelón,

ambos estuviesen muertos”.

Con él y su grupo hablamos por varias horas, en esa conversación

me dijo que nunca más fuera a Tibú, sin antes contactarlo. Este

personaje, antes de despedirnos me dio un clarísimo “recado” para

Alberto Morán y Eduardo Semprún, “ellos están sentenciados, así que si

son amigos tuyos, dile que por estos lados no vengan.

Con la custodia de los irregulares, regresamos a Tres Bocas y

cruzamos el río Tarra en una canoa, todavía mudos porque la

acabábamos de librar.

En la corresponsalía de RCTV en el Zulia compartimos con mi

compadre Roberto Ospino, Andrés Iriarte, Elianta Quintero, Marcos

Barrios y Christian Viloria, mientras que Aragua con Joaquín Fernández

Da Silva, gran amigo, a quien lo dejé en Maracaibo, bajo la custodia de

Carmen Brett de Figueroa, quien lo alojó en su casa, pues decidió

acompañarme de regreso al Zulia.

, “El Portu” Joaquín, vivió conmigo y con Roberto, las incidencias

del paro petrolero en Punto Fijo, en el que también Dios, nos libró de la

muerte, al sufrir dos atentados, que me llevó a salir de Venezuela, en

abril de 2002.

Televiza del Zulia y Ondas del Lago

Por un par de años también hice periodismo audiovisual en

Televiza del Zulia, propiedad del abogado Calixto Roca Bravo. Fue una

oportunidad que nos brindó, de nuevo Héctor, como mi amigo y colega

Guido Briceño y su esposa Carmen. Programas como Hoy Día y Aquí y

Ahora, con la producción de Marlene Nava, Evelyn Linares, Mayerling

Valladares y Janine Perozo.

Con Calixto iniciamos un proyecto que, lamentablemente no

cristalizamos, reabrir Ondas del Lago, creando una emisora informativa,

en sociedad con mi compadre Jorge Villalobos Marín. Onda del Lago

me permitió compartir con Hilcías Núñez Bracho, con amplia

experiencia periodística.

Panorama, Panorama con las últimas del día

Cualquier periodista maracucho, además de trabajar en La

Columna, Crítica, El Vespertino, El Regional, tiene un deseo

engatillado: trabajar en Panorama.

Tengo clarísima mi historia con Panorama. Primero por el

mencionado Hilcias David Núñez, mi triple colega porque ambos somos

periodistas, locutores y pastores, quien desde su cargo directivo en

Panorama, me invitó a formar parte del diario del occidente, lo que no

fue posible porque Héctor García le ganó la mano a Esteban Pineda, y

me convenció de quedarme en La Columna.

Aunque este intento no funcionó, años después, otro de mis

mentores, mi muy apreciado, Oscar Silva Araque, hijo de Manolo, al ser

nombrado como parte del equipo de editores de Panorama, habló con

Esteban Pineda para que ingresará el periódico como editor de la

corresponsalía en la capital, y así fue, como de su mano, mi sueño de

trabajar en Panorama, como buen zuliano, la hizo realidad.

Con Oscar ya había trabajado previamente. Él me dirigió en la

revista En Grado 33, y en un resumen impreso de noticias, llamado

Caribe Press, que distribuíamos en Maracaibo, y nos permitió sobrevivir

a la vorágine del desempleo. Por ambos medios pasaron Josué Carrillo,

Javier Sánchez, Javier Muñoz, Américo Torres y donde también

compartí grandes momentos con el poeta Ángel Ramón Medina y Juan

Carlos Silva Araque.

Panorama, el diario más importante del occidente, hoy cerrado,

como casi todos los medios que forman parte de mi historia profesional,

me permitió trabajar al lado de figuras estelarísimas, entre ellos Alexis

Blanco, Eduardo Fernández, Alexander Montilla, mi comadre y fiel

amiga Mayra Cecilia Perozo y la guajirita Anaida Larreal, a las dos

últimas las conocí, durante mi época de reportero de La Columna.

Hasta pronto Maracaibo, Venezuela

¿Qué he hecho después de mi intempestiva salida de Venezuela?

Bueno, viajé a Estados Unidos, donde acompañado por el Fuga, Henry

Figueroa y Henry Villalobos, intentamos echar a andar el Nuevo

Venezolano, que no resultó como lo esperábamos, pero que me permitió

encontrarme con el colega y amigo, Alfredo Mantilla, director del

periódico El Colombiano de Miami. A través Alfredo, obtuve mi

primera visa de trabajo legal, a quien le estoy por siempre agradecido.

También pasamos por México, en Durango trabajé como periodista

para la revista política semanal, La Semana Ahora, del editor Víctor

Hernández.

En Milwaukee, ciudad donde resido, junto a mi hijo, Germán

Novelli Oliveros, también periodista, comenzamos un proyecto editorial,

Entérate Wisconsin, pero la pandemia del Covid 19, nos obligó a cerrar

el periódico.

Sigo activo en el periodismo, como analista político, en el

programa argentino “La Cocina de las noticias”, de Silvio Sacomani,

primero en Mitre y ahora en Radio Continental, de Neuquén.

Hoy con nuevas tecnologías y redes sociales que, peligrosamente

son usadas por sicarios contra la verdad y el periodismo, crueles

verdugos de la buena lengua castellana, estoy convencido de que hay

que volver a beber de las mismas aguas que saciaron mi alma en el

pasado, para insistir que el periodismo no es el oficio de incapaces, por

ello saludo al Fuga, José Pernalete y Dámaso Jiménez, colegas

venezolanos radicados en Estados Unidos, quienes insisten en mantener

abiertas ventanas del buen periodismo profesional.

Con la verdad en la mano

Esta conmemoración del Día del Periodista venezolano, deben

servirnos de motivación para repasar nuestra ley y código de ética

profesional, y abrazar al Colegio Nacional de Periodistas, nuestro

combativo gremio profesional.

Escribo para los viejos y nuevos periodistas, para los que trabajan

en espacios libres en el exterior de Venezuela, para los que luchan

cercados por la censura oficial, para los presos, para los enfermos y

postrados, a quienes se les negó el derecho a la salud; para los que han

partido a escribir cuartillas en el cielo, para los que seguimos vivos y en

pie.

Escribo esta memoria para cada hermano y hermana periodista,

para nuestro país al que estamos obligados a contarle siempre la historia,

la del pasado, la de todos los días.

Pensemos siempre en un futuro mejor, en el que esperamos ver la

palabra Libertad como titular.

Escribo para mis hijos periodistas Germán, Arlensiu, Sinaís, para

Pablo Novelli, diseñador grafico, con Sharaís, la psicólogo de la familia,

con quienes unidos a la señora Emilia, espero el nuevo amanecer de la

patria libre que nos vio nacer y formó para el bien colectivo.

Orlando Villalobos, me dijo una vez: “Germán nunca le tengas

miedo a las palabras, porque si le temes al verbo, no serás buen

periodista”

Esta lección del autor de Fabulario, me sirve para cerrar con lo que

creo. Estoy seguro que los venezolanos unidos, podemos hacer posible,

con la constancia y la sana estrategia, aprovechando cada ventana que se

abra para participar, usando las casi nulas herramientas de ejercer el

voto, pero hay que votar, para darle a nuestros municipios, buenos

gobernantes demócratas. ¡Así que a votar carajo!.

Germán Novelli-Angrisano. CNP # 9657

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