En un operativo encabezado por la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE), los migrantes fueron trasladados desde el Centro de Detención Bluebonnet en Dallas hacia un aeropuerto privado, en medio de un fuerte dispositivo de seguridad. Sin embargo, una decisión de última hora de la Corte Suprema de Justicia, emitida en la madrugada del sábado, suspendió la operación, marcando un precedente en la batalla legal por los derechos de los inmigrantes

La noche del viernes, Armando, un inmigrante venezolano, vivió horas de angustia junto a más de 60 compatriotas que enfrentaban una inminente deportación a El Salvador, un país que no es el suyo.

En un operativo encabezado por la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE), los migrantes fueron trasladados desde el Centro de Detención Bluebonnet en Dallas hacia un aeropuerto privado, en medio de un fuerte dispositivo de seguridad. Sin embargo, una decisión de última hora de la Corte Suprema de Justicia, emitida en la madrugada del sábado, suspendió la operación, marcando un precedente en la batalla legal por los derechos de los inmigrantes.

El relato de Armando refleja el temor y la incertidumbre que se apoderaron de los detenidos, según lo reseñado por Univisión.

Nos sacaron de los dormitorios en grupos de cuatro, nos subieron a autobuses rodeados por nueve patrullas adelante y nueve atrás, con agentes armados y en trajes antimotines”, narró.

El convoy llegó a un aeropuerto donde un avión aguardaba, pero sin explicaciones, los migrantes fueron devueltos al centro de detención pasadas las 6:30 de la tarde. “Nadie nos dijo nada. Solo que lo que pasó fue cosa de Dios”, añadió Armando, quien escuchó rumores entre los agentes de que la suspensión se debía a la Semana Santa.

La realidad era otra: la Corte Suprema, en respuesta a un recurso de emergencia, ordenó detener las deportaciones, un fallo que expuso las tensiones entre el Ejecutivo y el Poder Judicial. Horas después de regresar al centro, los inmigrantes descubrieron que sus cuentas para comunicarse con abogados y familiares habían sido bloqueadas. “No tenemos dinero para llamar”, lamentó Armando, quien teme ser deportado en cualquier momento. “Me negué a firmar documentos y me encerraron en un cuarto. No sé a dónde me mandarán”, confesó.

El caso remite a un precedente reciente. El 15 de marzo, más de 230 venezolanos fueron deportados a El Salvador en tres vuelos, pese a que un juez federal había ordenado suspender la operación. La desobediencia de las autoridades migratorias escaló hasta la Corte Suprema, que en un segundo fallo exigió facilitar el regreso de uno de los deportados y garantizar el debido proceso para quienes enfrenten expulsiones bajo la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798.

La situación de Armando y sus compañeros pone en evidencia las duras políticas migratorias de tolerancia cero en Estados Unidos. “Aquí hay personas que llegaron con 3 años, todos tenemos tatuajes, cualquier tipo de tatuaje”, señaló, aludiendo a los estigmas que enfrentan. Mientras tanto, la incertidumbre persiste en los pasillos del Bluebonnet, donde los migrantes aguardan respuestas, atrapados entre el sueño americano y el temor a un destino incierto.
Arsenio Martinez / pasante Noti/Imágenes

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