La región de América Latina y el Caribe se ha visto gravemente afectada por la crisis alimentaria, una situación que se ha exacerbado a raíz de la pandemia de coronavirus y que dificulta cada vez más el acceso a los alimentos más básicos por parte de una población que sufre las consecuencias de contar con la cesta de mercado más cara del mundo.

La inseguridad alimentaria, estrechamente relacionada en la región con los desastres naturales, los conflictos, la crisis climática y la migración, se ceba especialmente con Haití, un país sumido en la pobreza y la violencia que cuenta con unos cinco millones de personas en situación extremadamente vulnerable, casi la mitad de su población.

La directora regional para América Latina y el Caribe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Lola Castro, afirma que la crisis puede ser descrita como una «tormenta perfecta» que ha provocado que al menos 43 millones de personas sufran desnutrición en la región, una «policrisis» que se ha agravado durante los últimos años ante el aumento de la inflación y el recrudecimiento de la crisis climática en un continente que apenas contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero.

Castro estima, además, que el recorte del presupuesto del PMA afecte a unos dos millones de personas de cara al próximo año: «queríamos alcanzar este año a unas 10 millones de personas, que son los más vulnerables, (…) pero creemos que alrededor de dos millones se quedarán sin ayudas a pesar de que estamos haciendo todos los esfuerzos posibles».

En este sentido, ha lamentado que unos 100.000 niños que acuden a la escuela en Haití podrían quedarse sin alimentación escolar en las zonas más afectadas, como Puerto Príncipe. «Es en Haití donde vemos esto de forma más aguda, porque los fondos humanitarios han descendido enormemente», ha sostenido antes de aclarar que es necesario «repensar toda la financiación», una cuestión para la que aboga por hacer uso de los «fondos climáticos».

El problema regional de cara a 2024, tal y como ha expresado, es en gran medida la «reducción de estos fondos humanitarios» a medida que aumenta la cifra de personas que sufren inseguridad alimentaria y los principales países donantes buscan volver a niveles de aportación previas a la pandemia

El año que viene, debido a toda esta crisis climática y de desastres, vamos a tener graves problemas», ha advertido, no sin antes hacer hincapié en la importancia de los «canjes de deuda» como posible solución. «La región está muy endeudada, con Europa y otros continentes. Y si esta deuda se pudiera canjear por transferencias sociales que permitan usarla para mitigar la crisis climática sería excelente porque evitaría que los gobiernos que carecen de espacio fiscal caigan en una deuda aún mayor», ha declarado, al tiempo que ha reivindicado el uso de medidas «más innovadoras» que sitúen en el centro a «los más pobres y vulnerables».

No obstante, ha destacado la labor de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, que ha manifestado «un gran interés en América Latina y el Caribe», algo que en su opinión «hacía falta». «Hasta hace un año el interés era verbal pero no físico, y ahora hemos visto también una serie de proyectos con diferentes gobiernos de la región, proyectos innovadores que ayudan», ha aseverado Castro, que afirma que las decisiones que se toman desde Europa «influyen mucho» a nivel regional.

«Es importante que la Unión Europea continúe mirando al hemisferio (…) y se ha vuelto a poner América Latina y el Caribe como socio en el mapa, un socio con el que hacer intercambios», ha declarado.

América Latina, que se ha constituido como líder en producción de alimentos, presenta sin embargo un coste muy elevado de los mismos. Esto se explica, en gran medida, debido a que la región cuenta con grandes exportadores de alimentos, pero también con países que importan el 80 por ciento de los cereales, como El Salvador o Haití

A esto se suma el encarecimiento del transporte para distribuir los alimentos y el aumento de los precios de la producción, un proceso que se ha visto afectado por el coste de los fertilizantes, que ha aumentado debido a la guerra en Ucrania.

La gran desigualdad social existente, la presencia de la informalidad laboral, además de los salarios mínimos, que son especialmente bajos, contribuyen a que la población se tope con dificultades a la hora de acceder a alimentos básicos. A este respecto, Castro ha destacado la situación de las mujeres, que «no solamente están desempleadas sino subempleadas» dado que «los cuidados no se pagan».

Jaira Molano

Coordinación Sala de Redacción, Lcda. Amarilis Romero, CNP 12267   

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