El premio reconoce las aportaciones que ha hecho al entendimiento de la participación de las mujeres en el mercado laboral, destacando temas como edad de entrada al mercado, la importancia de la mayor escolaridad de las mujeres, las decisiones sobre elección de áreas y niveles de estudio, la influencia de la introducción y posterior penetración en la utilización de la píldora anticonceptiva, la elección sobre edad de contraer matrimonio y número de hijos y los determinantes de las diferencias salariales entre hombres y mujeres.

De entre su extensa investigación alrededor de la participación de las mujeres en el mercado laboral destacan tres temas: la educación, el efecto de la píldora anticonceptiva y la diferencia salarial entre hombres y mujeres.

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Respecto a la primera, Goldin, utilizando datos para Estados Unidos desde el siglo XVIII, encontró que durante ese siglo y el XIX aunque la economía estadounidense experimentó un proceso sostenido de crecimiento económico, la participación de las mujeres casadas en el mercado laboral fue disminuyendo, además de cambiar el tipo de ocupación (de labores agrícolas y empleo no remunerado dentro del hogar a empleo en la industria manufacturera principalmente textil). Ella encuentra que no es sino hasta que empieza a generalizarse la educación y aumentar la escolaridad de las mujeres, fenómeno que se presentó a principios del siglo XX, que su participación en el mercado laboral también aumenta, como también lo fue el cambio en el tipo de ocupación hacia el sector servicios de la economía, hecho que también se observó en otros países como los de Europa occidental.

Esto es sin duda una de las lecciones de política pública más importantes que se desprenden del trabajo de Goldin: la educación y el aumento en la escolaridad de las mujeres, llevándolas al mismo o superior nivel que el de los hombres se traduce en una mayor participación femenina y una mayor aportación a la generación de ingreso y de riqueza en el país. Invertir en el capital humano de las mujeres tiene una alta tasa de rentabilidad social.

El segundo tema es el efecto que tuvo la introducción en 1960 y su posterior uso generalizado de la píldora anticonceptiva, primero entre las mujeres casadas y posteriormente también entre las solteras (fenómeno al que se le llegó a llamar como “la revolución sexual”). La utilización de la píldora le permitió a las mujeres tener un mayor control sobre sus decisiones de maternidad lo que se tradujo en un mayor tiempo de espera antes de casarse, así como la edad para tener a un primer hijo.

Esto a su vez tuvo dos efectos importantes. Primero, les permitió a las mujeres permanecer un mayor tiempo en el mercado laboral antes de ser madres primerizas y segundo, al poder tener un mayor control sobre cuantos hijos tener y cuándo, cambió drásticamente sus expectativas laborales de largo plazo y su elección educativa. El cambio en expectativas, al ampliar el horizonte de planeación, tanto respecto de la maternidad como de participación laboral y, en consecuencia la tasa de rentabilidad, aumentó el incentivo para que ellas decidieran hacer una mayor inversión en capital humano.

Finalmente la persistencia de la diferencia salarial entre hombres y mujeres, lo que se le conoce como “la penalización por maternidad”, sin que ello sea per se una actitud discriminatoria por parte de los empleadores y menos aún refleja, cómo Goldin analizó, diferencias en educación. Cuando las mujeres tienen su primer hijo se dan dos fenómenos importantes: primero, se ausentan por algunos años del mercado laboral y segundo cuando se reincorporan, además de que su capital humano pudo haberse depreciado, prefieren optar por trabajos que demandan menos tiempo y que ofrecen mayor flexibilidad. Estos dos fenómenos en su conjunto se reflejan en una diferencia salarial, la penalización por maternidad. Este fenómeno es observable en prácticamente todo el mundo y México no es la excepción.

Así por ejemplo, una década después de haber tenido a su primer hijo el ingreso de una mujer en Dinamarca es 21% inferior al de un hombre con el mismo nivel educativo, en Suecia 26%, en España 28%, en Estados Unidos 31% y en Gran Bretaña 44%. En México, el salario de una mujer con un hijo es 36% inferior al de un hombre con la misma educación, con dos 48% menos, con tres 53% y con cuatro hijos 56% inferior. La penalización se da desde el primer hijo y, naturalmente, es creciente con el número de hijos.

Goldin señala que en aquellos sectores en los cuales el mercado laboral permite esta flexibilidad para las mujeres (y que también aplica para los hombres), la diferencia salarial se reduce significativamente. Por lo mismo, otra lección de política pública que se desprende de su trabajo es introducir mecanismos que le permitan a las mujeres tener horarios laborales flexibles sin que ello se traduzca en una penalización como serían guarderías infantiles, escuelas de tiempo completo, trabajo remoto, etcétera. Ayudaría, como ella señala, una mayor participación de los hombres en las labores dentro del hogar en trabajo no remunerado, reduciendo con ello la discriminación dentro del hogar.

Agencias/Lcda. Jaira Molano, CNP 2504

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