Tres payasos se replantean qué sentido tienen sus vidas en medio de recuerdos de una época mejor mientras intentan salir de un vertedero de basura en la pieza del dramaturgo español Eusebio Calonge. Producida por Carolina Rincón, dirige Rafael Barazarte. La obra se presentará en el Trasnocho Cultural hasta el 13 de julio, viernes a las 8:00 pm; sábado y domingo a las 7:00 pm
Liberté. Hambre. Resistencia. En un vertedero de basura, entre montañas de desechos y desperdicios, tres artistas pasan el tiempo recordando sus viejas glorias mientras intentan darle un nuevo significado a sus vidas. El olor nauseabundo, los grafitis descoloridos y el confeti los acompañan mientras piensan en aquellos años en los que sonaban con frecuencia los aplausos. Poco queda ya de los payasos que eran. No saben hacia dónde van, a veces se preguntan por qué seguir adelante.
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“A nadie le importa hacia dónde vamos hasta que nos perdemos”, dice uno de ellos cuando no ven más que basura y recuerdos inútiles a su alrededor. Pasan los días, pasan los sueños. Sin saberlo, casi sin pretenderlo, se acercan cada vez más al último gran número de sus carreras: hacer reír a la muerte en Los que ríen los últimos: doce números para payasos con triple salto mortal del español Eusebio Calonge, principal dramaturgo de La Zaranda.
En medio de imágenes poéticas, cuestionamientos y actos de clown que no dan risa, los tres payasos interpretados por Antonio Delli, Miguel Issa y Wilfredo Cisneros se imponen al silencio en la sala del Espacio Plural con un redoblante y un corno oxidado, la única música que acompaña la pieza. El silencio es absoluto. Tampoco hay telones de fondo, solo un lugar vacío que muestra lo que hay más allá del escenario por donde los tres maestros de la interpretación recorren el espacio sobre una bicicleta que arrastra una silla de ruedas, que a su vez impulsa una bañera oxidada.
Un globo, confeti, una maleta, narices de payasos opacas, abrigos vetustos, más confeti, un viejo sombrero… Son pocos los elementos que les quedan tras una vida dedicada al espectáculo. Nunca especifican hacia dónde se dirigen, solo buscan alcanzar la gloria de sus antecesores sobre el escenario, pero no encuentran el camino adecuado, ni una senda que los lleve. A su alrededor solo ven basura y ratas.
Los que ríen los últimos
Dirigida por Rafael Barazarte, bajo la producción de Carolina Rincón, Los que ríen los últimos: doce números para payasos con triple salto mortal se estará presentando en el Trasnocho Cultural hasta el 13 de julio, los viernes a las 8:00 pm; sábado y domingo a las 7:00 pm.
Los que ríen los últimos, una comedia sin risas
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Los que ríen los últimos: doce números para payasos con triple salto mortal es una historia protagonizada por tres payasos que, en vez de dar risa, dan lástima. En la página del Trasnocho Cultural, así como en sus redes sociales, la obra se promociona como una comedia, pero la historia no da risa. Eso era precisamente lo que quería lograr su director, Rafael Barazarte, quien considera que la ausencia de carcajadas enfatiza aún más la verdad cruda y nítida que se cuenta.
“Ya hay suficiente odio en el mundo como para también vender la obra como un drama. Tenía claro que no era una pieza para hacer reír. Lo que no sabía era qué tanto iba salir la gente movida. El día del estreno la gente estaba digiriendo lo que acababa de ver y pensé que no les había gustado. No esperaba esa reacción tan movida. Así es La Zaranda y si la gente sale movida se logra el objetivo. Estaba claro en que no era una comedia, pero la producción quería venderlo así para capturar a otro público y llamar la atención”, cuenta.
La promoción estuvo a cargo de Carolina Rincón, la productora responsable de las gestiones para traer una pieza de La Zaranda a Venezuela. Fue ella la que conversó con Calonge en España para solicitarle uno de sus textos. El dramaturgo español le propuso esta pieza, pensando, desde el exterior, que esta historia era la que necesitaba ver el público venezolano. “Eusebio, viendo cómo está la situación, le propone esta pieza, como diciendo: creo que el país necesita esto”, relata Barazarte.
Tardaron tres meses en el proceso de montaje, un tiempo que utilizaron para, primero, leer a profundidad el texto y comprender cuál es la verdad que se quería contar. Luego vinieron los ensayos, un momento difícil del proceso ya que implicaba que los tres actores se familiarizaran con el elemento escénico, una característica por la que apuesta mucho La Zaranda. Todo depende de él: Antonio Delli, en su interpretación, casi nunca se sale de la bañera y, en otra oportunidad, sube por una escalera que guinda del techo en busca de ascender hasta Dios.
“El elemento pasó por varias mutaciones. Se ensayaba y se caía la rueda, se ensayaba o se enroscaba la silla de ruedas. Fue algo tortuoso porque cada vez que ensayábamos le pasaba algo al elemento y Carolina tenía que arreglarlo. Fue un trabajo de desgaste importante. Una vez les das el elemento a los actores no se lo puedes cambiar, además son actores que tienen más de cincuenta años, eso tuvimos que saberlo llevar”, añade el director.
A eso se le sumó el reto de mover una bicicleta, una silla de ruedas y una bañera en un espacio tan reducido como la Sala Plural. Solo podían dar una vuelta y tuvieron que trabajar para que eso no se convirtiera en un bache sino en un silencio necesario. En la pieza, en varias ocasiones, solo se escucha el ruido del aire acondicionado en una ausencia de texto y voces que enfatiza lo que se narra. Los actores comprendieron, tras meses de arduo trabajo, cada texto que dicen, cada movimiento que hacen y cada silencio atronador.
Los que ríen los últimos
“Que ellos no den risa aumenta aún más el drama que están contando. Llegamos a la realidad, realidad. No es que ellos estén vencidos por el tiempo, es que lo que hacen no da risa. Esa es la verdad de la verdad y el momento más puro de arte que hay. Llegar a ese tipo de verdad creo que es interesantísimo”, explica Barazarte
El mundo de los payasos
Miguel Issa interpreta al payaso Pringao en Los que ríen los últimos: doce números para payasos con triple salto mortal, el más noble e inocente de los tres. Antonio Delli da vida a Rampló, un payaso trapecista que se rompió el espinazo en uno de sus actos y ya no puede moverse. El tercero del grupo, el payaso blanco, lo interpreta Wilfredo Cisneros. Los tres tienen algo en común: están rotos. No fue fácil adentrarse en el mundo de los payasos, cuenta Barazarte, tuvieron que aprender, investigar y descubrir muchas cosas al respecto.
Los que ríen los últimos
Para eso contaron con la guía y el asesoramiento del artista venezolano Guillermo Otero, quien tiene más de 10 años de experiencia en el mundo del clown. Otero los ayudó a entender los códigos internos de ese universo porque, como director, Barazarte no quería irrespetar a nadie. A eso se sumaron los libros y material de apoyo que obtuvieron gracias a Miguel Issa, quien quería trabajar desde hace mucho tiempo el clown.
En la pieza nada desentona. Todo está dentro de una paleta de colores marrones o verdes. Incluso las tres narices de payaso son opacas, algo que no fue al azar: las narices rojas brillantes se utilizan para los espectáculos infantiles. Barazarte tuvo que mandar a fabricarlas porque en el país no se consiguen las que necesitaban. Tras conseguir todo lo necesario, como director, luego tuvo que poner un límite: no quería dar risa.
“Mi visión no iba por un clown, fue bueno conocer el mundo interno de los payasos, pero llegamos a un punto donde hubo que poner un límite. Esto no iba a ir por un chiste, quería que se vieran patéticos cuando hicieran los números a menos que la gente tenga un humor raro y les dé risa lo que hacen, que ha pasado”, confiesa el director.
Era muy fácil, asegura, que el texto se utilizara para dar risa porque había una línea muy delgada que no quería cruzar. El trabajo fue arduo. Se concentró en conseguir la verdad escénica del texto, entender cómo suena el espectáculo, cómo pueden venderle al público esa verdad y cómo pueden apoyarse en los silencios para que la gente vaya digiriendo lo que pasa. “Eso me llevó a este drama. Que los payasos no den risa acrecienta la decadencia y la verdad de tantas cosas que se dicen en escena”.
Los que ríen los últimos
¿Irse o no irse? Ese es el dilema
Desde el inicio, Los que ríen los últimos: doce números para payasos con triple salto mortal le llamó mucho la atención a Barazarte por las imágenes que podía plantear. Notó que el texto era muy poético y podía apoyarse en eso para tener una puesta en escena que resultara hermosa. A pesar de eso, no deja nunca de ser un golpe duro de realidad para el espectador.
“El público entiende que es un texto que se parece a Esperando a Godot y me parece maravilloso porque me enfrasqué muchísimo en las imágenes de Becket, esa era la línea que buscábamos. También me han hablado de un teatro sin artilugios, sin proyecciones, sin música. El creador, los intérpretes y el espacio, solo está el texto con el actor. Muy de Becket también. No es una obra fácil de digerir para el público, capaz la puedan sentir lenta pero hay quienes me agradecen por haberla montado”, señala.
La obra toca al espectador y lo confronta, añade. No hay un solo momento en el que lo deje descansar porque está constantemente haciendo que se replantee, una y otra vez, si seguir adelante o no, si irse o quedarse, si avanzar o detenerse. “Entre día y día están los sueños es una de las frases poéticas que se dicen y que hacen reflexionar al público. Los tres payasos, además, insisten en seguir, pero nunca dicen para dónde van. El paralelismo con el país y los venezolanos, a juicio de Barazarte, resulta evidente.
“El paralelismo entre que ellos están rodeados de basura y el país… Hay tantas semejanzas en este montaje de 53 minutos porque es tan fuerte que no puede ser más larga. Hay gente que se sale de la obra porque no la aguanta”, cuenta.
Para él, Eusebio Calonge tuvo la suspicacia de entregar este texto por el momento actual que vive Venezuela. Está demostrado que el público caraqueño quiere más comedias en la cartelera teatral, añade, pero también es importante apostar por el teatro de arte aunque no sea económicamente rentable o la opción más popular. Así, pues, es interesante que este texto utilice la figura del payaso para plantear tantos dilemas que viven los artistas y, en un aspecto general, el venezolano. “¿Me voy o no me voy? He ahí el dilema. ¿Trabajo o no trabajo? ¿Voto o no voto? Es como reemplazarte muchas cosas y el pretexto es solo los payasos”, explica.
La historia podría contarse con pintores, músicos o actores pero a Barazarte le resulta interesante que los payasos sean los escogidos. Ellos, explica, son la línea más baja del circo y se encargan de entretener mientras se preparan los grandes números. Son artistas en vías de extinción. En Los que ríen los últimos: doce números para payasos con triple salto mortal los protagonistas se cuestionan por qué seguir siendo artistas.
Los que ríen los últimos
“Hay una frase que dice: no importa que no haya nadie, mientras estemos aquí, alguien vendrá a vernos. Esa es la realidad de muchos teatreros actualmente, artistas plásticos, músicos o incluso venezolanos. Estos artistas, que van a menos y no saben dónde están, no encuentran sentido alguno y hacen más números y no les resulta. Ese es el paralelismo con el artista venezolano que hacen y hacen y hacen y nada les resulta. Eso es lo más poderoso de esta pieza”,
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Amenhotep Planas Raga en “X” @AmenhotepPlanas
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