P. José Andrés Bravo H.
No tengamos miedo de participar en el proceso renovador que está viviendo hoy la Iglesia. Es el Espíritu Santo quien la guía y, aunque caminemos por cañadas obscuras, no debemos temer porque el Buen Pastor camina delante de nosotros para orientarnos y va detrás para sostenernos (cf. Salmo 23). Siempre estará con su Iglesia. Él la fundó para que lo hiciera presente en la humanidad hasta el final de la historia.
Hoy el Papa Francisco nos invita a salir para anunciar el Evangelio de Jesús que lo transforma todo. Ciertamente, este llamado nos ha despertado y animado, especialmente a los Laicos para que asuman con seguridad su protagonismo y se conviertan en corresponsables de la pastoral en pro de la construcción de una humanidad fraterna. La salida misionera significa superar el individualismo y la indiferencia ante una realidad que nos desafía. Dejar los temores porque no se trata de preservar la Iglesia, sino de entregarnos con Ella hasta el sacrificio de la Cruz para la salvación. Salir de nuestro confort y buscar también a los hermanos que de alguna manera están alejados. Como lo enseña el Concilio Plenario de la Iglesia en Venezuela, vamos juntos en comunión, con una misma fe y un mismo Espíritu, a anunciar proféticamente el Evangelio de Jesús, dando testimonio del amor fraterno, para poder construir una nueva sociedad.
Cuando el Papa Juan XXIII anunció la convocatoria a un Concilio para la Iglesia universal, muchos se opusieron y otros querían aprovechar el momento para introducir reformas que favorecieran sus ideologías y ambiciones. Sin embargo, surgió una Iglesia Sinodal, Sacramento de unificación universal, que encontró en el Misterio de Dios su propia naturaleza. Un Pueblo de Dios de quien formamos parte todos los bautizados, sin excluidos, sin marginados, con diversos servicios para el bien de todos. Es la comunión que expresa la naturaleza sacramental de la Iglesia que tiene su fuente, forma y meta en el Misterio mismo de Dios Trinidad: «Toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Lumen gentium 4). Una Iglesia que «se siente verdaderamente e íntimamente solidaria del género humano y de su historia» (Gaudium et spes 1).
Nuevamente el Papa Francisco nos convoca a caminar juntos en esta dirección, con nuevos desafíos, pero con renovada y fortalecida fuerza espiritual. Está convencido que la Iglesia Sinodal es lo que Dios quiere para este nuevo milenio que se presenta con gigantes cuestiones a las que debemos dar respuesta desde nuestra fe. No tengamos miedo, Jesucristo venció en la Cruz. Los conflictos no se pueden evitar, sino enfrentar con el bien, con el amor del Padre, la gracia del Hijo y la fuerza renovadora del Espíritu Santo.
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