El provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela consideró que Jorge Bergoglio, el jesuita argentino que lideró la Iglesia hasta su muerte el 21 de abril a los 88 años, encaminó procesos que estaban pendientes desde el Concilio Vaticano II, como la reestructuración de la institución para que funcione de manera más corresponsable en detrimento del clericalismo o el protagonismo de la mujer. Tiene la esperanza de que el nuevo Papa lleve adelante todos los asuntos que Francisco planteó, con lo que la Iglesia, dijo, sostendría la universalidad a la que está llamada

Para comprender la importancia del pontificado del papa Francisco, fallecido el 21 de abril a los 88 años de edad, el padre Alfredo Infante, provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela, considera necesario apuntar primero que el nombre papal que escogió, inspirado por San Francisco de Asís, fue por una decisión programática, no casual. El fundador de la Orden Franciscana vivió en estricta pobreza, promovió una espiritualidad que sirviera a los marginados y amó profundamente a la naturaleza, líneas que Jorge Bergoglio, jesuita nacido en Buenos Aires en 1936, hizo suyas durante su papado.

El nombre Francisco implicó, explica el sacerdote, realizar un programa de gobierno pastoral e intraeclesial que se caracterizó por unas líneas maestras que tienen como principio la vuelta a la barca de Jesús, es decir, una Iglesia clerical y patriarcal que apunte más hacia una Iglesia de a pie, que se pregunte qué haría Cristo hoy en este mundo.

Luego está el asunto de la naturaleza. San Francisco de Asís es el patrono de los animales, los veterinarios y los ecologistas porque tenía una profunda relación con la naturaleza, a la que se refería con términos afectuosos como “Hermano Sol”, “Hermana Agua” o “Hermana Madre Tierra”. El papa Francisco promovió siempre el cuidado del medio ambiente, de hecho, una de sus 12 intenciones del año 2025 fue por mejorar la relación de la humanidad con toda la creación.

Francisco llamó a la Iglesia, señala el provincial de los jesuitas en Venezuela, a trabajar en favor de modelos de desarrollo que incluyeran acortar las brechas de desigualdad social y el cuidado del planeta. También, inspirado por San Francisco de Asís, promotor del diálogo en una época muy conflictiva entre las Cruzadas y la Inquisición, se mostró a favor de la paz y se convirtió en un líder que aglutinó a otros líderes religiosos que optaron por posiciones de mediación y negociación.

«Una de las cosas que debemos subrayar de la formación en la Compañía de Jesús, y es el aporte de Francisco en su pontificado, es que los jesuitas estamos formados para el diálogo en las fronteras»

“Otro elemento importante fue la fraternidad humana, es decir, que más allá de nuestras diferencias busquemos reconocernos sin perderlas porque son una riqueza y en definitiva tenemos un padre común. Por eso abrió la Iglesia a todas las personas que en otros momentos la Iglesia de alguna manera tenía excluidas o arrinconadas, como la gente con diversidad de condiciones sexuales”, dice el sacerdote, que recalca que tal posición no fue desde una militancia sino desde el principio evangélico de no juzgar al otro.

En cuanto a su papado hacia dentro de la Iglesia, Infante subraya que Francisco profundizó el trabajo comenzado por Benedicto XVI para atender los casos de abuso sexual y las víctimas; impulsó una política financiera austera y transparente en el Vaticano, con solidaridad hacia las zonas más pobres; llamó a que dentro de la jerarquía de la Iglesia hubiese más corresponsabilidad y participación por parte de los laicos, en detrimento del clericalismo, y planteó que todos los católicos caminaran juntos en comunidad, bajo el concepto de la sinodalidad, lo que supuso replantear el papel de la mujer en la institución.

“Todavía la Iglesia, dolorosamente, sigue teniendo una cultura muy patriarcal. Francisco propuso y eligió mujeres en puestos de importancia relevantes en la estructura eclesiástica, como una señal de que el patriarcalismo no es cristiano; de hecho, el mismo Jesús, que vivió en una sociedad patriarcal, tuvo una cantidad de gestos y discursos en contra del patriarcalismo”, explica el sacerdote jesuita, en una semana en la que se realiza el cónclave en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo jefe de la Iglesia Católica, luego de más de 12 años de pontificado del primer Papa latinoamericano.

—Francisco fue el primer jesuita que dirigió la Iglesia Católica. ¿De qué modo impactó esto en la Compañía de Jesús?

—Una de las cosas que debemos subrayar de la formación en la Compañía de Jesús, y es el aporte de Francisco en su pontificado, es que los jesuitas estamos formados para el diálogo en las fronteras: las fronteras éticas, sociales, existenciales, científicas. Hay jesuitas dialogando con los grandes asuntos de este tiempo en las distintas fronteras. Estamos siempre como en la rayita, quizás por eso a veces somos molestosos. Porque nos toca dialogar. Nuestra misión en la Iglesia, con un sentido de obediencia y pertenencia a la Iglesia, es dialogar hacia fuera con las grandes fronteras que el tiempo exige. ¿Cómo impactó esto en la compañía? Nos sentimos interpretados por su pontificado, por su estilo, un hombre de diálogo, de discernimiento, y el discernimiento es justamente lo contrario al dogmatismo. El dogma es algo que ya está establecido que tienes que aplicar, en cambio, cuando te formas para dialogar eso implica un discernimiento: escuchar y analizar. Desde los criterios evangélicos, creo que eso fue lo que hizo Francisco. Nos alegra que haya retomado el Concilio Vaticano II, un acontecimiento eclesial en el que la Iglesia, bajo el liderazgo de Juan XXIII y Pablo VI, se abrió al mundo. Eso supuso un vuelco importante en la Iglesia. Lamentablemente, después a eso se le dio marcha atrás y Francisco retomó ese espíritu de dialogar con los grandes asuntos de la época y procurar dar una respuesta a los desafíos planteándolos desde el discernimiento. Para la Compañía de Jesús en un primer momento hubo mucha expectativa, nos asustó, de hecho, porque fue una gran interrogante que luego se fue despejando cuando el papa se puso el nombre de Francisco, salió por la ventana y dijo “recen por mí”. Ahí vimos que iba a tener una orientación de corresponsabilidad con la comunidad cristiana católica universal, y con todas las religiones y la humanidad.

—Algunos sectores señalaron al papa Francisco de ser blando con la situación de Venezuela tanto cuando estaba vivo como luego de su muerte, a pesar de sus esfuerzos para entablar un diálogo entre el gobierno y la oposición. ¿Cómo evalúa usted sus posiciones frente a nuestro país?

—En Venezuela la polarización histórica no ha sido nada fácil. Por lo regular, quien plantea en Venezuela una vía de diálogo y negociación lleva grandes señalamientos, de lado y lado. Por otra parte, la asfixia que vivimos como ciudadanos ante el cierre de espacios democráticos, la violación de derechos humanos y el deseo de cambio y transformación de la gente hace que muchos anhelen que venga un mesías a solucionar las cosas. Se tejen entonces muchos tipos de mesianismo y también algunos sectores esperaban que Francisco interviniera, cosa que no es su misión ni su responsabilidad. Otro sector esperaba que Francisco avalara, pero ni una cosa ni la otra. Cuando recorres su pontificado puedes ver que, por ejemplo, en 2016, cuando Venezuela tenía un pico alto migratorio, se comunicó con el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) y le exhortó a que respondiera al desafío de la migración venezolana con solidaridad y hospitalidad. Ahí hay una respuesta importante al tema migratorio venezolano. Cuando agarras las oraciones urbi et orbi y los ángelus de Francisco verás que también hubo oración por una solución pacífica al conflicto en Venezuela. Luego puedes tomar todos los pronunciamientos de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), y la Iglesia es la Iglesia. Hay gente que decía que la CEV declaraba algo y se preguntaba cuándo el Papa iba a hablar. Pero el Papa, al ser elegido, es el obispo de Roma y el obispo de Roma tiene la responsabilidad de la unidad de la Iglesia universal. Parte de su política como pontífice fue fortalecer las conferencias episcopales, que están en el día a día en cada territorio. La Iglesia tiene dos cosas, la parte de misión, que corresponde a las iglesias locales sobre todo, en colaboración y corresponsabilidad con el Papa, por lo que, en ese sentido, cuando una conferencia episcopal dice algo eso de alguna manera está confirmado y acompañado por el Papa. Por otro lado, está el Estado Vaticano, la instancia política con la que se coordina el cuerpo diplomático, y, como Estado, debe tener una relación de Estado a Estado con países concretos y desarrollar la diplomacia. En esos procesos sin duda alguna se hicieron importantes esfuerzos por buscar una solución pacífica al conflicto venezolano. Lamentablemente no siempre las apuestas son a corto plazo y no siempre son exitosas. Cuando entras en un proceso para buscar una solución pacífica, eso implica muchos fracasos, diálogo, negociación fracasada, pero, claro, se entiende también que la gente, tan asfixiada por la situación, desee que las cosas cambien rápidamente.

—Pero, además, justo antes de morir dejó saldadas dos deudas históricas con el catolicismo venezolano: las canonizaciones de José Gregorio Hernández y la madre Carmen Rendiles

—Por supuesto. Desde el punto de vista religioso, las canonizaciones de José Gregorio Hernández y de Carmen Rendiles son un signo visible de esa atención. Porque no son canonizaciones ingenuas. ¿Quién es José Gregorio Hernández? Una figura de nuestra Iglesia que el pueblo, cuando muere, ya lo proclama santo, es el santo del pueblo venezolano. La Iglesia, lamentablemente, estuvo durante mucho tiempo de espaldas a ello. ¿Qué hace Francisco? Reconocer la santidad de José Gregorio Hernández para decirnos a los venezolanos que tenemos un punto de encuentro, y que tenemos una hoja de ruta para reconstruir el país. La hoja de ruta de José Gregorio Hernández, un hombre que se preparó muy bien como científico, que junto a Luis Razetti y otros compañeros de su época soñaron con una Venezuela libre de enfermedades y trabajaron por ello. Formaron académicos. Crearon una medicina de punta. Venezuela llegó a ser el país con la medicina pública más importante del continente, incluso en su época mejor que Estados Unidos. Con Carmen Rendiles está lo que te decía de las mujeres y su papel en la Iglesia. Además una mujer impedida desde nacimiento y que tuvo una resiliencia impresionante al sobreponerse a su condición y llegar a ser la religiosa más importante de su tiempo. También diríamos que es una hoja de ruta, un emblema de lo que es la mujer venezolana. Nos pone a dos santos emblemáticos que representan lo mejor de nosotros: nuestra resiliencia, la capacidad de transformar y el ser signo de esperanza.

Misa en honor al papa Francisco en la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá en Maracaibo | EFE

—Entre los sectores a los que el Papa se acercó se cuentan las personas en situación de pobreza, los vulnerables o las personas sexodiversas, y además se mostró a favor y promovió que las mujeres tuviesen más espacios en puestos directivos en la Iglesia. ¿Qué significan tales posiciones para la historia de la Iglesia Católica y en un contexto actual en el que se promueve el individualismo y la superficialidad?

—El papel de la mujer en la Iglesia primitiva fue muy protagónico. De hecho, cuando revisas el Evangelio, Jesús, cuando resucita, se aparece no primeramente a los apóstoles, varones, sino a las mujeres. Son las mujeres las que dan la noticia. En una sociedad patriarcal nace un camino, el camino de Jesús, y quienes lo anuncian primero son las mujeres. Lamentablemente después el patriarcalismo se volvió a comer la Iglesia. Francisco, entonces, en su pontificado recupera ese espíritu de la Iglesia primitiva, de comunidad, solidaridad, reconocimiento, el protagonismo de la mujer y el de una Iglesia más sencilla, de a pie, misionera. Una Iglesia que es fermento en la masa, como tanto le gustaba decir. Por otro lado, la solidaridad. Para Francisco fue muy emblemático el capítulo 25 de Mateo, donde Jesús dice: “Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Cuando le preguntan cuándo lo vieron con hambre, sediento, preso o enfermo, Jesús responde que todas las veces que ayudaron a uno de sus hermanos más pobres y pequeños lo hicieron con él. Entre los pobres, los que sufren y los excluidos está Jesús. Solidarizarnos con los más necesitados es un camino irrenunciablemente cristiano. ¿Dónde se hace eso? Como tú dices, no desde la superficialidad, sino desde una profundidad espiritual. Por eso el fundamento de lo que hizo Francisco no fue ideológico sino profundamente espiritual y evangélico: por eso decía al principio que lo más importante de Francisco fue la vuelta a Jesús. Al Evangelio. A que la Iglesia escuchara a Jesús. A que discerniera qué significa ser cristiano hoy en este mundo.

—Por mucho tiempo se tildó, en medios y redes sociales, al papa Francisco de ser comunista por reunirse con figuras de la izquierda latinoamericana, pero lo hizo también con contrapartes como Javier Milei o Donald Trump. ¿Cumplió el Santo Padre con su misión de recibir a todos y de ser un mediador más que un confrontador?

—Si te vas al Evangelio, verás que ahí Jesús es duro con los fariseos. Pero Jesús acoge y dialoga con los fariseos. Jesús se sienta a comer con publicanos y pecadores. Era un hombre que fundamentalmente veía al otro más allá de su ideología y sus diferencias, veía a una persona humana y hermana. Pero estamos en un mundo polarizado y la gente no ve lo otro. Si eres partidario de un sector ideológico y ves que Francisco se reúne con los de otro sector, entonces lo señalas. La gente busca encasillarte en su propio esquema. Pero así como Jesús y San Francisco de Asís rompieron esquemas, así Francisco rompió esquemas. No iba a negarse a dialogar con los que son distintos, porque en definitiva todos son sus hermanos. Otra cosa es que estés o no de acuerdo con ellos. Por supuesto que sin duda Francisco no estaba de acuerdo con Trump, estaría más de acuerdo con Biden, pero eso no es lo que le daba peso a su relación. Lo que le daba peso era que el otro tiene una responsabilidad importante en el mundo y él tiene que dialogar para ver cómo hace que el otro entienda que, en definitiva, como decía Martin Luther King, o nos salvamos juntos como hermanos o pereceremos como idiotas, utilizando el término idiota en su más literal expresión, que es individualismo que no reconoce al otro. O, como decía Gandhi, ojo por ojo y quedaremos todos ciegos.

—Hay asuntos que grupos más progresistas le han exigido a la Iglesia y con los que, por razones doctrinales, nunca se mostró a favor el Papa, como el apoyo al aborto o a que las mujeres puedan ser sacerdotisas. ¿Son estos problemas que debería seguir tocando la Iglesia a pesar de que, por tradición histórica, ya existen posiciones claras al respecto?

—Son temas muy distintos. El aborto la Iglesia nunca lo va a avalar. Son temas que siguen en debate, pero la Iglesia, en principio, defensora de la vida, y en especial de la vida de los más vulnerables, jamás va a tener una palabra favorable al aborto. Lo del sacerdocio de la mujer no está al mismo nivel que el aborto.  Por ejemplo, el tema del sacerdocio de la mujer Francisco lo abrió para mantener el debate porque era un debate que se había cerrado. En todo ese proceso, sobre todo cuando se creó el  Sínodo para la Amazonía, surgió la cuestión importante de que gran parte de las comunidades de la Amazonía son lideradas por mujeres y el sacerdocio es un servicio ministerial de la Iglesia. Entonces, eso está abierto todavía. Lo que pasa es que se recogió un poco para no generar más polarización en la Iglesia. Francisco abrió temas que después tuvo que recoger porque generaban mucha polarización y tampoco era conveniente para el momento, pero son temas de debate. Es importante distinguir. Son dos niveles distintos. El aborto está en un nivel en el que, de principio, la Iglesia jamás va a reconocer. Lo del papel de la mujer en la Iglesia, incluso en el ministerio sacerdotal, es un tema abierto.

El papa Francisco siempre promovió el diálogo en Venezuela

—¿Espera que la Iglesia siga esos caminos que nos abrió el papa Francisco? La apertura hacia los más pobres, reunirse con personas que estén o no de acuerdo con él, entre otros…

—La palabra católica significa universalidad y universalidad significa unidad en la diversidad, unidad en la diferencia, reconocimiento de la diferencia, enriquecimiento de la diferencia. Si la Iglesia pierde o cierra todas esas ventanas que Francisco abrió y que están en proceso, estaría perdiendo parte de su esencia porque se cerraría a la universalidad a la que está llamada.

—¿Qué considera le quedó pendiente al papa Francisco?

—Me gusta mucho algo que solía decir Francisco sobre unos principios que le habían ayudado mucho en la vida: el tiempo es superior al espacio. Decía que el totalitarismo le da más prioridad al espacio que al tiempo, entonces termina queriendo controlar todo. En cambio, el tiempo implica proceso, las cosas se van dando mediante procesos. ¿Qué hizo él? Desató muchos procesos y esos procesos hay que acompañarlos. Con todas las reformas que hizo Francisco, los vuelcos que hizo, que estaban pendientes desde el Concilio Vaticano II, abrió ventanas, desató procesos que están sin acabar. Por supuesto que en su agenda tenía cosas pendientes aún. La reforma financiera de la Iglesia él la hizo, pero también está inacabada. El tema del papel de la mujer que desató hay que llevarlo a buen puerto, está incipiente. El tema de la sinodalidad, la reestructuración de la Iglesia, de pasar de una Iglesia clerical a una más corresponsable, que camina unida, que se entiende como comunidad, y cuyo pastor por supuesto tiene una jerarquía de servicio, todavía no ha permeado a fondo. Son procesos que hay que seguir alimentando y profundizando. Espero que, con la gracia de Dios, el nuevo Papa tenga un perfil —tal vez más moderado que el de Francisco, porque es difícil un carisma y un liderazgo tan fuerte como el de él— con la sabiduría de llevar adelante todos los procesos que Francisco desató.

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