Para muchos jóvenes ChatGPT, por ejemplo, es un fiel confidente. Un algoritmo sin cuerpo ni emociones propias cuya compañía silenciosa basta, al menos por ahora, para suavizar las afiladas aristas del dolor

Para Pei-chen, el silencio era demasiado. Casi un abismo. Abandonada por su pareja, lejos de su familia y ahogada por una depresión que la aislaba del mundo, no obstante, encontró un eco inesperado en el vacío: ChatGPT. Entrenó a la inteligencia artificial (IA) para ser su ancla emocional, un terapeuta a medida construido con manuales de psicología.

«Me ha ofrecido muchísima ayuda, es realmente asombroso», confiesa.

Su historia no es un caso aislado Según lo reseñado en EFE, es el reflejo de una herida cultural que una generación en Taiwán y otras partes de Asia está intentando sanar con tecnología.

En una sociedad donde la expresión emocional se considera una debilidad, la terapia tradicional es un concepto ajeno.

«Los taiwaneses son más reprimidos, reacios a hablar de sus verdaderos sentimientos», explica Yi-fang Chiu, presidenta de la Asociación Taiwanesa de Acompañamiento Multicultural.

La IA, en cambio, es un refugio sin juicio. Un oyente infatigable disponible 24/7, que ofrece respuestas inmediatas sin la intimidante espera de una cita.

Para los jóvenes de una «isla digital» como Taiwán, este «terapeuta de bolsillo» se ha vuelto una solución lógica y eficiente.

IA, el terapeuta de bolsillo

Esta creciente dependencia tecnológica se alza sobre un panorama social alarmante. En los últimos cinco años, el suicidio se ha consolidado como la segunda causa de muerte entre los adolescentes de la isla.

La IA emerge, entonces, no como una curiosidad, sino como una respuesta desesperada a un grito de auxilio colectivo. Ofrece una memoria ilimitada y una personalización que la terapia humana no siempre puede igualar.

Sin embargo, en el corazón del debate late una pregunta: ¿puede un algoritmo replicar el calor de la conexión humana?

Los expertos advierten sobre el riesgo de un «espejismo de conexión». «El ‘corazón’ de la terapia consiste en sanar y conectar», sostiene Chiu.

Un chatbot puede ofrecer «soluciones cognitivas rápidas», pero carece de la capacidad de acompañar en un proceso de sanación profunda. Para diagnósticos graves como la esquizofrenia, donde se requiere discernir la ilusión del engaño, la intervención humana sigue siendo insustituible.

La solución, según investigadores como Jen-ho Chang, de la Academia Sínica, no es la sustitución, sino la simbiosis: combinar la eficiencia de la IA con la empatía de la terapia tradicional.

Mientras ese futuro híbrido toma forma, para jóvenes como Pei-chen, ChatGPT es ya un fiel confidente.

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