P. José Andrés Bravo H.

Ser buenos y más. Tal como lo enseña Romano Guardini, «el cristianismo no es, en último término, ni una doctrina de la verdad ni una interpretación de la vida. Es esto también, pero nada de ello constituye su esencia nuclear. Su esencia está constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concreto; es decir, por una persona histórica».

Eso nos enseña que sólo cuando nos encontramos personalmente con Jesucristo, cuando experimentamos su vida entregada por nosotros, cuando nos sentimos amados por Él, entonces nuestra existencia tiene un sentido radical en su Evangelio. Sólo así comprendemos las exigencias de su seguimiento, las dimensiones trascendentes de una historia vivida en Cristo. Ser Cristianos es seguir y estar con Él, asumir su causa hasta las últimas consecuencias.

Ser Cristiano no es ser simplemente bueno, sino que nuestra bondad se viva desde la persona y el mensaje de Jesús. En definitiva, no se trata de vivir la fe «a mi manera», sino a la manera de Jesús, amar hasta el sacrificio de la Cruz.

Nuestro seguimiento a Jesús compromete toda la existencia inspirada por su Evangelio. Él nos exige radicalmente dejar el pecado, aunque tengamos que renunciar a nuestro modo de vivir en un bienestar egoísta. Las experiencias de ruptura de una vida de pecado para seguir a Jesucristo causa sacrificios. Como decían en mi época de joven, «crecer causa dolor». O, como lo dice la Madre Teresa de Calcuta, amar hasta doler. La Cruz es el signo del Cristiano.

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