¿Qué pasaría con el chavismo si la oposición gana las presidenciales del 28J? Fernando Mires, historiador, ofrece algunos escenarios. Andrés Izarra, exministro de Maduro y de Chávez, por su parte, asegura que el chavismo originario se reagrupará y reflotará. Manuel Shuterland, economista, exhibe las costuras del movimiento venezolano al compararse con el peronismo.

La potencial derrota electoral de Nicolás Maduro, a la espera de lo que pasaría este 28 de julio, abre una discusión sobre el chavismo como movimiento ideológico en Venezuela. ¿Se constituyó? ¿Se consolidó? ¿Es el madurismo una corriente alterna? ¿Sobrevivirá? ¿Será oposición?

En su artículo, Venezuela: día decisivo, Fernando Mires, historiador y profesor emérito de la universidad de Oldenburg, Alemania, sostiene que el chavismo se encuentra demasiado “enraizado” en la estructura social y política venezolana como para desaparecer de un día a otro, pese a la inminente debacle electoral de Maduro.

“En otras palabras, cualquiera sea el resultado electoral del día 28-J, la lucha por el poder continuará en Venezuela el día 29”, advierte.

Mires condiciona el futuro del chavismo, de la mano de Maduro a que, “aunque sea de malas ganas”, acepte su derrota e intente convertir a partir de ese momento al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido con más militantes de la nación, en un eje de una oposición política en contra del nuevo gobierno.

En ese eventual -y hasta increíble- escenario, y aún con el peso de miles de denuncias por torturas y crímenes de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional, el escritor chileno considera que Maduro se mantendría como el principal dirigente de un movimiento destinado a reconquistar el poder del mismo modo como lo perdió: con una mayoría electoral.

Si todavía queda alguien sensato dentro del chavismo, diría a Maduro que esa sería la opción más realista. Al menos tendría la posibilidad de asegurar la continuidad política de la tradición chavista. Pues en caso de que viole esa tradición y decida convertirse en un neo Ortega, habrá perdido no solo la elección sino lo que le queda de legitimidad frente a la oposición y ante los suyos”, escribe.

Ahora, Mires subedita esa supervivencia a la posición que asuma de perder el poder con votos.

“Si decide pasar a la lucha armada en contra de un pueblo desarmado, enterraría definitivamente al chavismo como opción política de masas, hecho que sin duda alentaría resistencias entre sectores no dispuestos a renunciar a lo que ellos imaginan como una ‘revolución socialista’ erigida sobre la voluntad mayoritaria de la ciudadanía”.

Madurismo, no es chavismo

En redes sociales, Andrés Izarra, exministro de Comunicación e Información de Chávez, es una piedra en el zapato para Maduro y sus alfiles más cercanos.

Desde X, con sarcasmo, desnuda sus erráticas acciones, pronóstica fracasos y se ríe del rezago histórico que abraza a los principales titiriteros de Miraflores. Vive en Berlín, Alemania, exiliado, tras apartarse de su cargo como Ministro de Turismo de Maduro en 2014.

En sus entrevistas y comentarios, el tecnólogo y comunicador, suele deslindar con vehemencia el chavismo originario con el madurismo, al que califica, de manera recurrente, como una “tragedia histórica”.

El chavismo de Chávez tiene la tarea de reagruparse, una vez superado el madurismo, para recuperar el proyecto histórico expresado en la constitución y el plan de la patria”, añade, pero advierte que el futuro político de la coalición gobernante dependerá en sumo del resultado de la elección y principalmente lo que ocurra los días subsiguientes.

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Para Izarra, no hay vínculo. Y una prueba de la separación, en su afirmación, es que la dirigencia chavista o está presa o en el exilio. Sobre el escenario que se proyecta no garantiza el fin del madurismo.

“Pienso que sobrevivirá, al igual que lo ha hecho el pinochetismo, transformado en otras fuerzas, otras siglas. Tienen los recursos para ello”.

Allí resalta al Movimiento Futuro, una organización que impulsa Héctor Rodríguez, gobernador de Carabobo, en apariencia mucho más inclusiva que el PSUV. “Es un partido para ellos ante la eventualidad de perder las elecciones”.

Una mirada distinta

Manuel Shuterland, economista y director del Centro de Investigación y Formación Obrera, no cree el madurismo exista. El adhiere las rebanadas de poder que Izarra considera incompatibles.

“Para mi esto es el gobierno de Maduro, que obviamente tiene que ser distinto al de Chávez porque se encontró con un manejo de renta menor y una destrucción institucional mayor”, justifica. Y esto lo adereza con un proceso de “lumpenización” agravado y la demolición de la profesionalización y de la ética del funcionariado.

Shuterland agrega que Maduro castigó, asfixió y oprimió porque no contaba como los recursos que tenía Chávez.

El madurismo es el chavismo sin renta, con baja popularidad y una fuerte necesidad de control”, añade y advierte que el cree que el chavismo, como movimiento, sobrevivirá. Eso sí, diezmado. Reconoce pese al humo de las hogueras que cuenta con un capital político a explotar.

Sin embargo, sostiene que, como movimiento, tienen importantes debilidades. Lo disecciona, a manera de ensayo, con el peronismo. “Hubiera sido un movimiento como el de Perón si se hubiera acabado en el 2012 con el fallecimiento de Chávez y no hubiera continuado Maduro”, explica.

El economista deja claro que el peronismo es considerado un movimiento de masas que logró grandes reivindicaciones obreras, con logros en la distribución del ingreso y en la reducción del desempleo.

“Solo se parece al chavismo en el líder militar y carismático. Pero, la gran diferencia es que Perón sale del poder antes del estallido de la crisis, regresa y fallece, y Chávez fallece sí, pero deja a Maduro y Maduro se come toda la crisis, una crisis de 10 años, bestial y autodestructiva, con la perdida de 80 por ciento de las riquezas que tenía el país, el éxodo de más de 7 millones de personas y la peor crisis humanitaria de Latinoamérica en su historia. El peronismo no tiene esa loza a la espalda”.

¿Ser chavista? Una vergüenza

Erika Estrada (*) militó en el Partido Comunista desde los 17 años y como millones creyó profundamente en el proyecto revolucionario de Hugo Chávez Frías. Ella encarna el desencanto de millones que entregaron sus sueños al ideario de Bolívar encarnado en la figura de un teniente coronel retirado.

Antes del fallecimiento del padre de la revolución en 2013, la bióloga y profesora universitaria, de 40 años, lo admiró y defendió sus postulados con pasión, sin embargo, sus vivencias en los últimos 10 años sepultaron el afecto y desgarraron el respeto. Siente a veces un golpe de vergüenza.

“Y eso no solo me pasó a mi sino a un grupo numerosos de amigos”, asegura, quien se califica izquierda y antisistema, pero no chavista. “Me da vergüenza saber que lo fui”, confiesa.

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Estrada sostiene que Chávez tiene corresponsabilidad en la tragedia de los venezolanos, no solo por elegir a Maduro como su sucesor sino por dejarse rodear de corruptos y burócratas, por impulsar políticas estériles y dividir al país.

Era muy apasionada y no lo veía. Todo ha sido muy doloroso. Me tocó ver morir de mengua a mi papá por culpa de un cáncer mientras la corrupción se disparaba año tras año”, comenta.

Es de quienes piensa que el chavismo no es un movimiento que sobrevivirá en el tiempo, con ideales, una carta de navegación y valores.

“Fue un proyecto fallido de revolución que no duró ni 10 años. Aún antes de morir Chávez ya había fracasado. Hoy Venezuela está destruida y no hay un solo logro. Cuando los barbudos se instalaron en Cuba en muy poco tiempo ya se veía el proceso de alfabetización y hoy en biotecnología Cuba es referencia. Aquí no queda nada”.

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