Ing. Golfredo Dávila
En esta entrega nos ahorramos el diagnóstico, pues los venezolanos sufren en carne propia la catástrofe por la que atraviesa el país en todos sus órdenes. Nos limitamos a presentar ciertos criterios y requerimientos para lograr el cambio político y algunas propuestas programáticas, que sirvan parta ponerle freno a la destrucción, que den respuesta a la emergencia y le abran paso a un proceso de reconstrucción nacional.
Hay una coincidencia generalizada, que el problema principal es político, por lo tanto la solución que amerita el país es política y está en manos de la sociedad democrática. Por fortuna se están dando señales positivas, nos preparamos para seleccionar un candidato unitario; si a esta tarea crucial se suma un programa alternativo y viable, que saque al país del foso, donde fue llevado, tendríamos parte del terreno abonado para el cambio de rumbo. Quedaría un asunto pendiente, y es atender con urgencia las consecuencias de los errores cometidos por los actores políticos y su acentuada desconexión con el pueblo.
Se requiere una dirección política que de verdad encarne los intereses de la gente y la acompañe día a día en la protesta por sus derechos arrebatados. En medio de ello, hay que entusiasmar, recuperar la confianza perdida y despertar la esperanza, así como reconocer, respetar y enaltecer el protagonismo de las comunidades, de los trabajadores, los gremios, los sindicatos y de los pensionados y jubilados. ¡Ojo! Líder que muestre desdén por los reclamos de los ciudadanos, queda marcado como un potencial opresor del mañana; y aquellos que teatralizan una empatía artificial con los que luchan, se ponen en evidencia como farsantes.
Ahora bien, el país va a una transición, dada las complejidades que implica salir del lastre de la dictadura y dar paso a la construcción de la democracia. Habrá muchos obstáculos, pero unidos podemos exterminar el Estado forajido y mafioso, y derrumbar los principales pilares que sostienen al régimen hegemónico, como el saqueo, la inmoralidad, la corrupción, la mentira y el crimen; y sustituirlo por un modelo orientado por la ética, el respeto, el orden y la transparencia en el manejo de la cosa pública.
Para concretar esa política es necesario constituir un GOBIERNO DE UNIDAD NACIONAL que convoque la voluntad, el compromiso y la participación de todos, en recuperar el hilo constitucional; que siente las bases para el federalismo y la recuperación de la soberanía nacional y popular; y que instrumente un plan de reconstrucción nacional cimentado en el desarrollo social, económico y humano. Asumiendo de antemano, que el peso de la tragedia no puede seguir recayendo sobre los hombros de los trabajadores y el pueblo.
La antítesis de la dictadura es la democracia, por ello esbozamos en esta parte aspectos del Vivir democrático. No es ilusorio superar las viejas formalidades que la restringían a la separación de poderes, al derecho al voto y a elegir libremente; es factible una sociedad edificada en la cultura de la participación; de la convivencia centrada en el respeto por nosotros mismos y por los demás, en el reconocimiento del otro en su legitimidad y su dignidad, en un hacer responsable y ético y en la colaboración. Los planes comunes de convivencia no son cosa del poder, los construyen los ciudadanos en el conversar, en buscar el consenso y el acuerdo y en darse espacio para la alegría y el bien-estar.
Entrar al siglo XXI significa execrar la cultura autoritaria heredada del caudillismo y el militarismo, que se expresa en el sometimiento, la obediencia, la sumisión, el abuso de poder y cuando le conferimos poder absoluto a un destructor. El antídoto no es otro que un proceso profundo de democratización y organización autónoma de la sociedad; donde se enaltezca la confraternidad, el espíritu crítico, la innovación, la creatividad y el crecimiento individual y colectivo; y donde se rescate el valor del trabajo y la educación. Esto va apareado a la sustitución del Estado forajido, represivo y centralista, por un Estado promotor, democrático, descentralizado y respetuoso de los Derechos Humanos; que promueva la más amplia participación ciudadana en la toma y ejecución de decisiones y que cuente con servidores públicos, que rindan cuentas y entiendan que están allí por mandato de la gente que les delegó una determinada responsabilidad.
Secretario General de Vanguardia Popular